Enrique Peña Nieto tendrá que tomar, en su momento, la decisión más difícil y compleja de todo primer mandatario tricolor: la candidatura para sucederlo.
Para ello, efectivamente toma en cuenta muchas opiniones y maneja desde ahora encuestas; su dedo señalará a la mujer o al hombre que tendrá posibilidades reales de seguir su proyecto, programa y rumbo de nación.
La historia ha registrado muchos episodios de traición, donde los mejores y más leales amigos, se convirtieron en despiadados verdugos de sus antecesores. Pero esa será materia de otra colaboración.
Para este momento el mexiquense en Los Pinos ya maneja algunos nombres, y con las eleciones del primer domingo de junio unos saldrán de la bendita lista, y otros se sumarán. El Verde, claro a cambio de posiciones y prebendas, se sumará a aquella candidatura.
En Acción Nacional todo indica que Rafael Moreno Valle será el candidato; las posibilidades de Madero suenan a broma. Tiene el control del partido, pero nulo carisma y su cercanía con el gobierno en turno sencillamente lo descalifica para una contienda de tal envergadura.
En el PRD tendrá que promover a un gobernador, porque ni Ortega, Zambrano y Navarrete podrían participar. Su entrega al peñismo los inhabilita.
El único que tiene la candidatura segura es López Obrador. Morena será el único partido nuevo que conservará el registro, después de esta elección intermedia.
Por ello, es una pésima idea quererlo bajar del caballo, con aquello de actos anticipados de campaña y con señalamientos de que no debe estar en ningún spot o fotografía, ya que el no es candidato de nada. Si lo bajan, le hacen un gran favor. ¿Apoco no se acuerdan del absurdo desafuero, que fue su gran detonante para representar así a millones que no tienen nada que perder?
¿Cometerán el mismo error?
*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria
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