Somos curiosos y defendemos, muchas veces, algo que no tenemos una idea de cómo puede funcionar o no, y de cuáles fueron las circunstancias en que se establecieron esas costumbres. Tradicionalistas en mucho y prácticos en muy pocas cosas, los mexicanos hemos dicho no a la reelección inmediata, aunque para tapar aun poco el ojo al macho permitimos que quienes han ocupado algún cargo de elección popular lo puedan volver a hacer, siempre y cuando pase al menos un período entre una y otra postulación.
Francisco I. Madero es a quien se atribuye el hecho de que tengamos la ley que tenemos y el lema de “Sufragio Efectivo, No reelección” cobra vigencia cada día, cuando la verdad sea dicha, no hemos analizado si sirve o no este precepto.
Entendamos: los seres humanos, a unos dos mil años de existencia en la nueva era, no podemos inventar muchas cosas, sino adecuar –sí, ADECUAR- lo establecido dentro de los movimientos actuales.
Es como si quisiéramos enseñar a los hijos y nietos a escribir en una máquina Remington, cuando las viejas guerreras están supeditadas a una colección de museo o un sótano mal habido.
Hoy, las computadoras son nuestras nuevas máquinas para producir textos; los móviles, y específicamente los smartphones son la actualidad. No aceptarlo sería tanto como no ver el progreso y entender que los años pasan.
En algunos países se hace válida la elección porque conviene a los intereses de los ciudadanos. Nada de malo tiene que un diputado, senador, alcalde o gobernador pueda reelegirse, siempre y cuando sea en una lid justa y equitativa, y que sus beneficios hayan alcanzado tal magnitud que la gente considere que debe seguir su función como tal.
Estados Unidos es un claro ejemplo de ello, y nos muestran que su sistema político es un poco –mucho- mejor que el nuestro, o al menos no se retrata a los servidores públicos ostentando millonarios lujos y demás. Se tiene conciencia de lo que es un servidor, y un gobernante o representante popular funge como tal, y a veces se le premia con una reelección… o dos, o más, de acuerdo a su calidad y capacidad.
Madero tuvo su auge hace años, y la medida fue importante: hoy en día ya no se ajusta a las necesidades de una sociedad cambiante, por lo que sería muy interesante que alguien tuviera la iniciativa de proponer una reelección justa y válida en todos niveles.
Pensamos que sería muy positiva.
Y en ese sentido, hay quien grita que no es justo. ¿Es justo dejar ir a quien ha trabajado positivamente por su comunidad sin enriquecerse? ¿Es justo que no se tenga a la mejor gente por un antiguo precepto que ya no está vigente?
Hay muchas cosas que se hablan sobre su legalidad y justicia, pero no hay nada que evalúe con su real magnitud este concepto.
No se puede hablar de justicia porque lo que para unos lo es, para otros puede considerarse algo que no tiene nada que ver con ese precepto. Nada legal o ilegal para todos, porque somos una sociedad muy cambiante y conformada por gente de todo tipo.
Realmente nos gustaría tener la opción de volver a elegir a un diputado, un senador, un gobernador, un alcalde o un presidente de la República por sus méritos, y además, porque suponemos sería un significativo ahorro en esas campañas que, como las de hoy en día, solo sirven para entregar cuotas de limosna a un pobre puñado de gente que por cien pesitos sale a bailar y gritar vivas a uno u otro candidato o candidata, sin comprender cual es su filosofía política o sus propuestas. Las campañas serían distintas, porque se llevarían a cabo todo el tiempo, en aras de alcanzar la reelección, el mejor premio de quienes realmente trabajan por los demás.
Es una opinión, válida o no, pero tan respetable como la de los amantes de la transición y esas cosas que no han funcionado a la fecha, desde nuestro particular punto de vista.
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