Cuando se quiere a los hijos se les entrega lo mejor para que puedan contar con un desarrollo pleno, armónico e integral en el que se procura que no falta nada, al menos, de lo indispensable.
Siempre buscamos que tengan todo lo que necesitan y un poco más. El espíritu paternalista a veces echa a perder a las personas, y en aspectos de gobierno lo vemos más tácito: es increíble el daño que hacen esas instituciones que entregan a la gente todo lo que necesita y nos hacen atenidos, inútiles, dependientes de las bolsas de despensa, del paquete de útiles escolares o algo por el estilo, bajo el pretexto de que son ayudas para la gente que lo necesita.
Mienten con toda su voluntad y no hacen más que dañarnos cada vez más. El absurdo paternalismo nos ha llevado a no querer crecer como nación y seguir pensando como pueblo “rascuache” y dependiente de las migajas que nos otorgan.
En educación la cosa va por el estilo, sin lugar a dudas.
Típico es que a nuestros hijos de todos los niveles les encargan un mundo de tareas para realizar en su período vacacional, so pretexto de que si los dejamos sin hacer nada retrocederemos en el grado educativo que cursan.
Hay que ser tontos para no saber que no los van a reprobar por indicaciones superiores y porque a los profesores no les conviene ya reprobar: sus puntos en la absurda carrera magisterial merman y nada harán por quitar un centavo siquiera a su nómina.
Se entiende que cuando uno descansa, pues ¡DESCANSA! Así de claro. Aprendimos de buenos amigos que en las vacaciones de verano apagan su móvil, no checan su correo electrónico y mucho menos están hostigando en las redes sociales con fotos de la playa u otro destino en el que fueron a descansar –o presumir- y que son parte de su rutina vacacional.
Es saludable “desconectarse” un poco de la realidad que vivimos a diario sea cual sea nuestra actividad: es saludable, muy saludable que no pensemos en las situaciones del trabajo o la escuela y nos relajemos, nos divirtamos o aprovechemos para leer un buen libro, ver una buena película o convivir con nuestros amigos. Es saludable en todos sentidos.
Pero en las escuelas se empeñan en dejar esos “ejercicios de Semana Santa”, “ejercicios de invierno” y más, con la idea de que los hijos nunca descansen, y con el pretexto de que, si los dejamos sin hacer nada, retrocederá su aprendizaje.
Entonces, ¿para qué van a la escuela? Si no les enseñamos que tienen días de trabajo y asueto, que deben aprender a administrar sus días y entender cuando se trabaja y cuando se descansa, y les seguimos resolviendo la vida, seguiremos criando haraganes dependientes, buenos para nada que dependerán todo el tiempo de lo que les dé “papá gobierno”.
Y eso no es bueno para Tamaulipas, sin lugar a dudas.
Ya es tiempo que no nos echen a perder los períodos vacacionales con absurdas tareas para justificarse como profesores, ya es tiempo que todos asumamos nuestra responsabilidad: los padres, para fomentar un buen descanso y recreación, los hijos, para saber que descansarán y regresarán con más ímpetu que antes, y los maestros, que entiendan para qué estudiaron tan noble carrera y no para sumar puntos en su absurda –repetimos- carrera magisterial, cuya finalidad es contabilizar si nuestros hijos saben o no, para que se les refleje en la nómina.
Las vacaciones, sepan los pedagogos del aparato burocrático, son para vacacionar, para descansar, para despejar la mente y regresar con nuevos bríos, y es un derecho pero más una necesidad humana.
No nos están regalando días de asueto, nos están dando lo que nos pertenece: por favor, no lo echen más a perder.
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