No cabe duda: ¡Qué difícil es establecer una adecuada relación entre personas! Somos los seres vivos más difíciles, y miente quien diga que no es cierto, que somos algunos muy competentes para ello o que tenemos la formación y educación necesarias para ello.
Ejemplos sobran: todos los días abundan en nuestras calles seres que circulan en forma por demás egoísta e irresponsable con su celular en mano, los hijos en el asiento sin vigilancia, a velocidades fuera de reglamento y que además, se estacionan en segunda, tercera y hasta cuarta fila, argumentando ser esposas de tal o cual “personaje”, por lo general, de la administración pública, es decir, “charolean” y amenazan con cesar a los agentes de que disponemos, carentes de formación, criterio y educación.
Lo vivimos a diario en restaurantes donde la gente se preocupa por su bienestar sin pensar en los demás, en los centros comerciales donde no falta algún irracional que nos avienta el carro cuando vamos caminando, o esos prepotentes peatones que se cruzan a paso ultra lento, pensando que los automovilistas estamos obligados a rendirles. Igual sucede con esos motociclistas que circulan abarcando toda la calle, sintiéndose con el “derecho” de hacerlo.
Complejo puro de inferioridad y prepotencia, entre otros sentimientos nada solidarios.
Esto abunda en nuestra sociedad, por ello estamos como estamos: cruzan frente a nosotros convoys de policías y soldados que no respetan luces de semáforo y nos avientan sus unidades dejándonos a un lado del arroyo. Piensan que por ser autoridad tienen patente de corso para ser prepotentes, y no se le ocurra a alguno de nosotros tocar el claxon o reclamarles, porque se bajan en grupo y lo encañonan, le dan golpes con la culata y en un tiempo hasta se lo llevan detenido por osar reclamar algo justo.
Lo vemos en tiendas de autoservicio donde algunos empleados se olvidan que comen gracias a las ventas y se comportan de manera grosera, impertinente, ignorante y sucia.
Entonces, nos preguntamos lo siguiente: ¿y para qué sirven las relaciones humanas?
Es cuando tenemos que hacer un examen de conciencia y dejarnos de tonterías, ubicarnos como personas comunes y corrientes y dejar, algunos, de “conceder” el privilegio de recibir una llamada y dejar de colgar o no contestar: eso no da estatus, sino por el contrario: otorga un rechazo de la gente que le habla y muchos más.
La prepotencia nunca ha sido buena, y además, el no contestar en ninguna parte se ve bien. Nuestros servidores no han entendido que son personas comunes y corrientes –probablemente más corrientes que comunes- y se comportan como si tuvieran sangre azul.
Es patético ese comportamiento: nos hacen el favor de atendernos cuando su trabajo es atender a la ciudadanía: por eso les pagan. Así de sencillo, así de claro.
No hemos entendido que una buena relación entre los que conformamos nuestra sociedad permite que crezcamos, que logremos avanzar, que tengamos esa relación entre los demás que ayude a todos, que logre resultados atractivos, que nos haga humanos otra vez.
Los puestos duran, cuando mucho, seis años y lo sabemos casi todos, y muchos de esos que hoy en día no se dignan saludar, estarán mañana seguramente en un restaurante de gorditas, tradicional de nuestra ciudad, mendigando un saludo de uno de esos “mortales” a los que negaron muchas veces una llamada o una audiencia.
Las relaciones humanas son una asignatura pendiente en una gran cantidad de empleados de gobierno en todos sus niveles. Se olvidaron del factor humano y se convirtieron en “licenciado”, en “secretario” o en “auxiliar”, en “colaborador” o en “diputado”, con la misma desfachatez y costumbre: negarse a atender a sus iguales. Ya pasará el tiempo, sin lugar a dudas.
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