Mucho ruido se ha hecho en la opinión pública sobre los candidatos a diputados plurinominales para el Congreso de la Unión: se critica que las listas están pletóricas de nombres de vividores de la política, familiares y abusivos lambiscones que supieron acercarse a lamer el zapato de los dirigentes quienes, aparte de ubicarse ellos mismos en las mismas y garantizar un salario indecente, han colocado a todos sus compinches, los que viven de la grilla barata.
Es así que entendemos que la conformación de las listas plurinominales no es lo que se pensó cuando su creación: en aquel entonces se criticaba al PRI porque como era la gran mayoría, las minorías –entiéndase: partidos sin militantes ni sipatizantes- no tenían representatividad, a lo que siempre hemos cuestionado si debe tener representatividad un “instituto político” que no alcanza a juntar ni a sus propios familiares. Nos parece lo más injusto y antidemocrático, porque no son elegidos en un proceso donde la mayoría gana, sino en una sala de juntas donde confluyen intereses oscuros y sucios, donde se privilegia a los vividores.
No podemos pensar qué tipo de diputado será un Marcelo Ebrard cuando abandona al partido donde milita a cambio de una posición en otro partido en el que urgen de una figura para conservar el registro, las prerrogativas y la cantidad insultante de dinero que les damos los ciudadanos sin aprobarlo.
Esa es la verdad, y millones pensamos que deben desaparecer esos privilegios para los que viven del presupuesto y ni una campaña ganaron, porque no tienen la capacidad para obtener una mayoría entre la ciudadanía.
Casos similares se viven en los congresos locales, pero nadie dice nada.
En el caso de los federales, suponemos que es hora de poner orden y dejar de mantener a holgazanes; se acaba de publicar un interesante artículo donde se pone de manifiesto la cantidad de veces que han faltado a sus labores legislativas. Ahí aparecen apellidos como Cárdenas, Bernal, Gómez Tueme y otros tamaulipecos que han defraudado nuestra confianza y se han ido a pasear a la ciudad de México, simulando que son representantes populares.
No es posible seguir manteniendo inútiles, dicen algunos, y otros más mesurados consideran que se requiere reajustar el presupuesto y las representaciones populares, ubicando a quienes cuentan con el respaldo del pueblo únicamente.
Somos de las dos ideas.
Es la hora de que se entienda que no queremos 500 legisladores, que con 300 es más que suficiente, y que éstos deben ser obligados a tomar el parecer de nosotros, los que no tenemos el privilegio de ganar millonadas sin trabajar, y queremos algo mejor para los nuestros.
Presumen de la ley para personas desaparecidas y la rapidez con que trabajaron, y nos cuestionamos sobre si con esa ley aparecerán las personas, o por qué legislar sobre lo que ya existe: el secuestro y demás están considerados como delito, por lo que no había necesidad de hacer una ley sobre otra.
Y así por el estilo.
Siguen los escándalos y viven sus parrandas y francachelas a costillas nuestras, y se escandaliza la sociedad y se publica… pero no pasa nada: siguen gastando en lo mismo, y cínicamente, porque tienen ese privilegio, se aumentan el sueldo cada vez que les place.
Eso no es ser representante popular.
Sinceramente, nos da vergüenza tener este tipo de representantes, y no hablamos de uno u otro partido, sino de todos en lo general, porque los vicios son universales, hasta en los nuevos.
Ojalá se pueda hacer algo al respecto, y podamos dignificar la llamada Cámara Baja y Alta, porque estos vicios son para senadores y diputados. México merece algo más que un grupo de turistas que faltan a su trabajo y no les descuentan un peso, y se autorizan los incrementos salariales fuera del contexto nacional, y de los promedios para otros mexicanos.
No lo merecen, sin lugar a dudas, pero ojalá lo anterior cambie.
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