Fueron más de 10 años de ir y de venir para estar presente en esa cita programada para el miércoles, un día que en ocasiones se hacía eterno por lo prolongado y a veces tedioso, porque así eran las sesiones ordinarias.
Fue más de una década y luego los veía recorrer con su comitiva los pasillos y oficinas del Congreso de Tamaulipas, pero nunca en “racimo”, porque tal vez algunos no se toleraban, claro, en razón de que cada partido tiene intereses diferentes.
Algunos de ellos a veces se escurrían entre las butacas del palacio legislativo, mientras que otros esperaban pacientes en la oficina de algún diputado a que su colaborador le informara sobre el tema que se discutía en las sesiones y que era de su interés.
Eso sí, casi siempre se daban su tiempo para saludar de mano al presidente del órgano colegiado en turno, pero solo eso, quizá para que no se alimentara las malas interpretaciones.
Me refiero a los dirigentes de los partidos políticos en Tamaulipas, si, ellos, quienes por su categoría, por su postura o tal vez por su soberbia no son muy afectos a visitar la Casa del Pueblo.
Pero ahora, en momentos en que empieza a tomar forma la elección federal que culminara en junio en Tamaulipas, a los dirigentes de cada partido político se les nota un rostro distinto, maduro y, ahora sí, en racimo, casi se tomaron de la mano en el palacio legislativo.
Desconozco que señal envíe este suceso hacia el electorado que va ejercitando la mano para cruzar la boleta, pero por haber cubierto la fuente del Congreso de Tamaulipas por más de una década me asiste el derecho de opinar que eso no es usual y si muy positivo para la vida democrática de esta entidad en la que el PRI y el PAN se siguen disputando la rebanada más grande del pastel.
Y fue él, Ramiro Ramos Salinas, el líder camaral de extracción priísta, quien hizo posible que ocho de los diez dirigentes de los partido políticos de Tamaulipas se vieran frente a frente y se reunieran en el órgano legislativo para caminar juntos hacia lo que será el diseño de la reforma política estatal, claro, con la participación de los ciudadanos.
Extraño, y se lo dije a Ramiro, fue verlo al lado de Cesar Augusto Verastegui Ostos, dirigente del PAN, más aun cuando pertenecen a dos partidos tan distintos en los que las pugnas se dan un día sí y el otro también.
“Cesar es un buen político y muy querido por la gente allá en su tierra natal, Xicotencatl, donde tuvimos la oportunidad de convivir, de platicar”, señaló Ramiro y luego añadió: “Yo fui el enlace en Xico en el 2012 cuando gano Rosalba Cruz Requena la diputación federal y ello dio lugar a que se gestara ese acercamiento con Cesar”.
Es más, dice Ramiro que ambos han estado juntos en las duras y en las maduras, que se han apoyado.
Sea como sea es singular ver también en la misma mesa de Ramiro al juguetón y belicoso de Gustavo Cárdenas Gutiérrez, del Movimiento Ciudadano, quien lucía como conejito en espera de su zanahoria.
Sea como sea la convocatoria de Ramiro tuvo eco y es justo darle el crédito, porque esto es un pequeño paso que se da para sacudir un poco la idea que se tiene de que juntos los dirigentes de los partidos políticos se exterminan, se masacran.
Por eso creo que este logro que se le debe atribuir a Ramiro.
Constituye, un sano ejercicio democrático.
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