Aunque poco importa, en la política los apodos que de antaño o los nuevos que la prensa les coloca con regularidad a quienes buscan el calorcito de un puesto de elección popular o la dirigencia de un partido se antoja que más que desprestigiar, favorece, al interesado y hasta parece que le agrada.
Imposibilitado para protestar públicamente por el riesgo que ello implica, al pueblo mexicano también solo le resta colocar apodos a los políticos y es así como han pasado por sus manos presidentes, legisladores y dirigentes de mediano pelo y, ni modo, a ellos solo les queda aguantar vara.
Está el caso de Felipe Calderón Hinojosa, a quien lo bautizaron como El Hijo Desobediente o El Borracho, pero Andrés Manuel López Obrador no escapó y algunos mexicanos le colocaron los motes de “El Pejendejo y El mesías tropical.
De acuerdo al periódico morelense Chinelo Guardián, Doña Josefina Vázquez Mota fue una de las favoritas del pueblo mexicano y se le impuso el apodo Jochepina vas por mota, pero fue el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, el predilecto de quienes sienten placer desquitarse desde la clandestinidad, por eso le pusieron La ardilla, por orejón, con cara de rata y porque habitó en Los Pinos.
Ocioso, sería, ocioso, enumerar la larga lista de políticos mexicanos que por su aspecto físico o por su trabajo se han ganado un espacio en la picardía nacional que es basta y que le ha dado color y sabor al momento.
Aquí, en Tamaulipas, ellos tampoco escapan y es así como un personaje nativo de Xicoténcatl no solo presume de su apodo, sino que hasta se burla cuando ofrece detalles del origen del mismo.
Él es el dirigente del Partido Acción Nacional en Tamaulipas, César Augusto Verastegui Ostos, alias “El Truco”, quien se llena la boca cuando asegura que nunca ha recurrido al ardid, a la trampa o a las tretas para lograr avanzar en la política.
El, casi nació con ese apodo, porque cuenta que de niño recuerda que existía una caricatura y un personaje que encajaba bien con su físico porque era gordillo, cascorvo y travieso.
“Se le conocía como el trucututrucu y desde ese entonces me bautizaron como El Truco, algo que no me molesta, por el contrario le ha dado forma a mi personalidad conforme pasa el tiempo”, dice el dirigente.
Aunque, también acepta, que en un principio lo quisieron bautizar como Pinocho por narizón, no por mentiroso.
Ingenuo, me parece El truco, porque pensar que en la política el truco, la estratagema, no existe, resulta infantil e inverosímil.
Todo es trampa, todas son tretas, pero allá El truco”, que con su pan se lo coma.
Es, él, sin embargo, un personaje que le regala riqueza a la aburrida vida política de Tamaulipas, donde no se habla de otra cosa más que del proceso electoral que está vigente.
Extraño, es, que El Truco no acepte que su padrino, Francisco Javier Cabeza de Vaca, es un político que utiliza en exceso el truco, lo que por cierto le ha dado muy buen resultado.
Porque el apañe ha sido muy bien utilizado por el senador cabezón y eso los medios se han encargado de difundir profusamente.
Ojala que El Truco, desde su lugar, le ponga sabor a estos comicios federales, porque los tamaulipecos ya estamos hartos de lo mismo y de los mismos.
Y que haga truco, pero sin que se note.
Porque él es de la idea de que el truco.
Es saber ganar.
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