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Sección: Editoriales / Entre Nos

La negligencia como premisa

Por: Carlos Santamaría 22/12/2014 | Actualizada a las 14:12h
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Apenas hace una jornada comentábamos de la necesidad que se tiene de apoyar a quienes arriesgan su integridad y todo lo que son por nosotros, los que verdaderamente tienen “madera” de servidores públicos, y hoy tenemos la cara contraria.

No podemos concebir que empleados pagados por el Estado sean lo suficientemente mediocres, nefastos e inútiles como para que, a cambio de muy buenos y generosos salarios entreguen la peor de las atenciones, más, a grupos vulnerables de nuestra sociedad.

Si quiere enterarse de quienes son los más increíblemente malos para atender, dese una vuelta por una unidad del Instituto Mexicano del Seguro Social –IMSS- institución que es marco de muchas burlas y comentarios que por más obscenos que parezcan, son nada comparados con la realidad.

Lo vivido en la ciudad de Aguascalientes es increíble, porque para sacar una cita en laboratorio hubo que esperar poco más de dos horas –sólo la cita, y no los análisis- sin importar la clase de personas que formamos tan enorme distancia entre el último en llegar y la mujer que debió atender adecuadamente.

Es la clínica Hospital número 1, donde se empeñan en que salgamos con la úlcera a todo lo que da, el hígado reventado y la bilis derramada al parecer.

Enojadas con la vida, las recepcionistas son un tributo a la ineficiencia, la prepotencia, la grosería y falta de atención y la carencia de sentido común y progenitora, por decir solamente algunas cosas.

No son capaces de orientar: regañan como si uno tuviera la obligación de saber cómo están organizados los grupos y áreas de empleados dentro de la institución.

 No crea que son mentiras, porque esto que se comenta es el reflejo de un Seguro Social contaminado, enfermo con un cáncer terminal en el sentido común, en la honorabilidad, en la amabilidad y educación, en la cortesía y el buen atenderse y en la comprensión hacia quien requiere de tan mala atención.

Muchos, pero muchos pacientes de la tercera edad, con dificultades siquiera para mantenerse en pie o que llegan con andadores son relegados a una interminable fila y condenados a esperar de dos horas en adelante, porque a la mujer que se le encomendó anotar las citas se le ocurrió pararse de su lugar en más de diez ocasiones, y también, como buena compañera, gestionó todos los trámites de sus compañeros que, mañosamente se metieron por el módulo y no hicieron fila.

“Al cabo que somos de los mismos”, rezan éstos.

No es justo porque el IMSS gana mucho dinero y vive en quiebra, porque les paga demasiado bien a un grupo de burócratas de la salud que no han entendido que sus funciones y acciones repercuten en el estado de bienestar de una nación, que cada día reclama calidad y eficiencia a cambio de lo que paga por ello.

Estos cobran demasiado bien como para no ser eficientes y para no dar su mejor esfuerzo. Aguinaldos y muchas prestaciones se llevan a cambio de nada.

Los “viejitos” están horas parados, afectados por la burocracia insultante que se vive, más en estos días, y agregue los malos tratos de gente sin don de gente ni educación, patanes prepotentes que no son felices con nada.

No llenan con nada, y hay que llegar gritando y poniendo malas caras para que nos hagan caso. No es congruente, porque cuando uno va al IMSS es porque va a que hagan algo por su bienestar: vamos enfermos por lo general y no tenemos el mejor humor de nuestra existencia. Ellos no entienden estas cosas y así se manejan.

Nos llevan de encuentro a todos con sus genios y malos modales.

Suponemos que bien vale la pena hacer un esfuerzo por limpiar un instituto que está lleno de corrupción y  burocracia. Urge la intervención de la autoridad competente, porque no es justo que traten a nuestros viejitos de esa terrible forma.

Se olvidan que se harán viejos.

Comentarios: entrenos@prodigy.net.mx

Carlos David Santamaría Ochoa,

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.
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