Pensar en nuestra comunidad es pensar, sin lugar a dudas, en todos esos grupos de personas que hacen posible el que tengamos o no tranquilidad y seguridad, certeza de vivir bien y de estar a gusto con nosotros mismos.
Ellos, los bomberos, son de esos grupos que por lo general son ignorados hasta que viene un siniestro de grandes dimensiones y son criticados porque dicen, a veces, tardan en llegar, sin pensar que no hay nada que pueda decirnos con anticipación que se desatará un incendio o algo por el estilo.
Son por lo general gente modesta, humilde, pero con un gran espíritu de sacrificio hacia los demás. Por la paga que reciben no se compensa el valor que tienen y el altruismo que llevan en la sangre. Son personajes valientes y no nos cabe la menos dura, porque sabemos que ellos arriesgan su integridad física y su existencia en aras de salvar cosas materiales y la vida de muchas personas.
Tradicionalmente, y lo sabemos todos, son de esos trabajadores del gobierno que son minimizados en sus aspiraciones y no se les da muchas veces lo que merecen, y no hablamos de un sueldo más decoroso, sino las condiciones mínimas de seguridad que deben mantener para no arriesgar su vida.
Sin embargo, y pese a ello, están ahí, puestos a cualquier llamada de nosotros para auxiliarnos. Les vemos atendiendo asuntos comunitarios en ocasiones, y en ese sentido, nunca nos dicen que no.
Es justo reconocer que algunas administraciones han hecho esfuerzos por dotarlos de mejor equipo. Ya los viejos cacharros no existen en sus instalaciones y tenemos mejor equipo; los trajes protectores contra el fuego son mejores que antaño y muchas otras mejoras han tenido… pero falta mucho más aún, y todos lo sabemos, aunque queramos hacer como que no entendemos sus necesidades básicas.
Sin lugar a dudas, son unos héroes que, en el anonimato viven y en el anonimato se conducen. No creemos exista alguien que nos mencione el nombre del bombero que salvó su patrimonio o su existencia. Son anónimos pero valientes en todo lo que vale.
Hoy salen a las calles de Victoria a procurar fondos para su equipamiento, y nos ofrecen participar en una rifa de un automóvil, que será sorteado en el próximo y ya inmediato mes de enero. Entendemos que lo necesitan y que requieren del apoyo solidario de todos nosotros. Es la hora de responderles.
Ellos se han preparado para combatir el fuego y otros aspectos que la naturaleza a veces se empeña en mostrar con toda su fuerza y crudeza: no fueron capacitados para estar como edecanes o vendedores de boletos, y si lo hacen es porque realmente tienen aspiraciones de contar con lo más elemental para hacer su trabajo, del que los mejores y más beneficiados somos nosotros.
Son los grupos que quisiéramos conocer únicamente de nombre y no de acción, porque nadie es partidario de las llamas sin control.
Los bomberos, los héroes de amarillo y el carro rojo necesitan de nuestro apoyo solidario.
En estos tiempos de navidades y fiestas, es justo reconocer su labor y entregar a manera de colaboración un poco de lo mucho que nos regalan por vivir tranquilos en ese sentido.
El llamado es para todo victorense agradecido, altruista o necesitado de este tipo de servicios: hay que apoyar al Cuerpo de Bomberos con la compra de los boletos para la rifa del carro, y no hacerlo por la ambición de ganar un vehículo, que a nadie caerá mal, sino por el hecho de ser solidarios con nuestros héroes, esos individuos que saben la importancia que significa dormir tranquilos sabiendo que un grupo de valientes está pendiente de nosotros y de nuestra tranquilidad.
La petición para fiestas decembrinas de parte del columnista es unirnos todos en torno a los Bomberos y hacer que su actividad sea un éxito: lo merecen más ellos que nosotros, y los mejores, los ganadores seremos los que contemos con un cuerpo de “apagafuegos” con mejor equipo y capacitación, sin lugar a dudas.
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