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Sección: Editoriales / Entre Nos

La clase del “57”

Por: Carlos Santamaría 20/12/2014 | Actualizada a las 12:07h
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A prácticamente diez días de concluir el año sumamos una experiencia más en el calendario: somos parte de esa “clase del 57” que ha vivido durante igual número de años procurando la felicidad propia de los demás. Los sobrevivientes de un siglo de cambios radicales en el mundo y que hemos abrazado la experiencia del nuevo milenio llenos de esperanza y de fe por ver que cambien positivamente las cosas en nuestro mundo, nuestro México y en nuestra existencia.

Somos parte de esa “clase del 57” que ha vivido una serie de experiencias poco gratas en aras de la modernidad; probablemente pertenezcamos un poco a esa generación del cambio, en la que no nos ubicamos si somos aldeanos o nativos de la era de la digitalización que hoy en día también nos ha inundado.

Reacios a los cambios nos quisimos quedar con los teléfonos análogos y los que no tenían “pantallita” y esas cosas que hoy son cotidianeidad; los cambios que nos han hecho abrazar las redes sociales, y que hoy en día encontramos como una forma de comunicar nuestros sentimientos y experiencias varias, y que tenemos la idea de que podemos hacer crecer este mundo con mejores relaciones.

No: no somos de esos que piensan que no hay que tratar a la gente como tal y rehuimos aún a depender de un aparato que se dice inteligente, pero que no tiene la capacidad de asimilar los “te quiero” o “te amo” que solamente un ser humano puede dar.

Somos, los de la “clase del 57”, parte de un mundo que vertiginosamente toma su lugar en medio de hambrunas y envidias y aún pensamos en que puede ser posible vivir como quería hacerlo Gandhi o Luther King, Lincoln y otros más, sin el odio hacia otras naciones o razas. Somos una generación peculiar, y eso lo sabemos aunque para muchos ya estamos viejos, pero seguimos teniendo el alma joven para escuchar a The Beatles o a Bob Dylan, entre muchos otros, que vibramos soñando con las piezas de Leonardo Favio o de Rocío Dúrcal, que amamos al ritmo de José Alfredo Jiménez o lloramos con Cuco Sánchez, que nos enamoramos de la vida y de sus habitantes. Somos parte de esa maravillosa y única “clase del 57”.

Y como tales, sabemos que la vida cobra facturas muy elevadas y nos limita físicamente a muchas cosas, así como también en el ámbito del desarrollo: para la cruel y fría sociedad somos ya viejos para emprender un trabajo nuevo: ya no nos contratan tan fácilmente a menos que tengamos un muy buen amigo por ahí.

Somos esos “viejos jóvenes” porque al aceptar nuestra realidad y edad tenemos también la esperanza que vive en el corazón de nuestros hijos o nietos.

Somos rebeldes quizá por lo que vivió el mundo cuando nacimos. Somos una generación muy especial, atípica, diferente, porque soñamos con la justicia y muchas otras maravillas más, pero a veces tenemos miedo de emprender esa marcha hacia el éxito porque sentimos que ya no se valora lo que podemos aportar y todos lo sabemos: nos saben viejos, pero nosotros llevamos un corazón un poco adolescente porque no mide riesgos, un poco niño, porque no deja de soñar, y un poco adulto, porque trata de pensar en lo que hay y lo que viene. Un poco viejo, porque queremos garantizar una tranquilidad para nuestros siguientes años que pueden ser muchos… o muy pocos, dependiendo del trato que hayamos hecho a la vida y nuestra existencia.

Somos la “clase del 57” que vive y vibra, que llora y grita, que sueña, que quiere emprender nuevas historias de éxito y seguir mostrando a los nuestros lo que podemos hacer por los demás.

Somos cada vez más pocos, pero los sobrevivientes de la “clase del 57” estamos aún vivos, y daremos mucho de qué hablar, sin lugar a dudas.

En el día del aniversario, de la fecha esperada cada tiempo similar, hacemos votos por mejorar y servir aún más.

Comentarios: entrenos@prodigy.net.mx

Carlos David Santamaría Ochoa,

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.
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