Me dice mi Maestro Ambrosio López y su esposa, la Maestra Clara García Sáenz que no se debe empezar una columna con una pregunta, y a sabiendas de que estoy concurriendo en un error, me es imposible plantear este texto sin esa pregunta. Se escucha y se ve, los que salimos al campo, a las áreas marginadas de la geografía estatal, la cantidad de apoyos que tienen que ver con la mejora alimenticia: Comedores comunitarios de Sedesol federal y estatal, Centro de convivencia alimenticia del DIF estatal, paquetes avícolas y de huertos de traspatio de Desarrollo Rural, de Semarnat, del IMSS, de los municipios, del Sistema DIF, comedores de organizaciones no gubernamentales, despensas de gobierno, tianguis alimenticios, la Cruzada contra el Hambre, el programa PESA y algunas otras acciones que se escapen a mi conocimiento. Sin embargo, el hambre en las comunidades rurales sigue, quizá no se extienda pero permanece y quizá la raíz de esto sea por la manera de enfrentar esta situación.
Tengo la idea, la cual es compartida y generada en muchos ámbitos nacionales e internacionales, de que la solución a este flagelo está en la educación; anteriormente escribí en una columna, que cualquier cambio que se plantee, que no pase por las aulas, estará destinado al fracaso, y tengo la creencia de que debemos de aprovechar muchos de estos apoyos para educar y crear conciencia en los niños y en los jóvenes; acercarlos de nuevo al mágico mundo de la producción para autoconsumo, donde los niños pueden aprender y nunca olvidar que en base a su esfuerzo y con técnicas sencillas son capaces de generar parte de su alimentación diaria y correctamente asesorados, podrían estar en vías de convertirse en pequeños productores, que generen excedentes, que generen riqueza, aunque sea mínima, pero generada por ellos, por su labor diaria.
Porque un joven que sabe de huertos, crianza de gallinas, engorda de pollos, nunca pasara hambre, siempre tendrá la iniciativa para producir alimentos y siempre tendrá la seguridad económica que otorga un trabajo bien realizado. Es aquí donde las instancias oficiales, a través del presupuesto federal que considera inversiones en capacitación, debe buscar profesionistas del área, agrónomos, veterinarios, técnicos agrícolas y pecuarios, para orientar y capacitar a esa nuevas generaciones; Ojala los criterios de contratación no consideraran intereses sociales o políticos y se contratara a gente capaz, comprometida, que sepa de qué se trata este asunto, que aporte su conocimiento y experiencia y que no desee nada más salir en la foto, porque al final, si bien las evidencias graficas son importantes para justificar el trabajo realizado, la mejor y mayor justificación que puede tener un profesionista involucrado en la capacitación rural es regresar a la comunidad asignada y ver en cada beneficiario un mejor semblante, una mejor alimentación y una mejor economía.
Y si esa inversión se realiza correctamente, se comprometen ambos, capacitador y capacitado, podríamos llegar a pensar en revertir esta situación de pobreza alimentaria en comunidades marginadas, y porque no, como sucede en otras latitudes, erradicarla, y así, lentamente, con el esfuerzo de todos las actores involucrados, mejorar la situación y la economía familiar de la gente que al día de hoy, no sabe que comerá mañana.
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