El cierre del año 2014 no puede lucir más complejo en México. En el panorama político y social, se respira encono y hartazgo ciudadano. Y en el plano económico se perfilan en el horizonte nubes de tormenta que anticipan un 2015 cargado de sobresaltos financieros.
Aún bajo este pronóstico, fieles a su costumbre, los integrantes del Club de las Cabecitas Calientes se preparan para salir, una vez más, a la búsqueda del sufragio ciudadano, velando armas para un combate cuyo premio mayor lo representa la jugosa beca trianual que llevará a 500 compatriotas a convertirse en los nuevos inquilinos de nuestra cada vez más desprestigiada clase política Totalmente Palacio… de San Lázaro.
La pregunta clave es: ¿cuáles serán los argumentos bajo los cuales nuestros Padrotes y Madrotas de la Patria nos piensan convencer de que vale la pena concurrir a las urnas, una vez más, con un paquete de promesas que, de antemano sabemos, se naufragarán en las procelosas aguas de las conveniencias políticas de clanes y grupos?
En estos momentos, al menos en el ámbito de la esfera pública, ninguna de las tres principales fuerzas políticas nacionales –PAN, PRI. PRD- está perfilando con claridad ni el perfil político de sus futuros diputados, ni el proyecto de agenda legislativa que quieren presentar a consideración del electorado, porque de momento todos están en la coyuntura de tratar de capitalizar en la visión de corto plazo lo que consideran sus mejores “logros” en la búsqueda de mantener, recuperar o ganar espacio en la jugosa rebatinga de alcaldías, diputaciones locales y gubernaturas que estarán en los comicios concurrentes con la elección federal venidera.
Vaya, hasta parece una broma de mal gusto que en estos momentos, el único instituto político que está realizando un ejercicio de comunicación política en torno a sus proyectos legislativos es esa entelequia que algunos insisten en llamar Partido Verde Ecologista. La grosera franquicia electorera propiedad de la familia González presume como logro una iniciativa en la que fracasó: hace dos años y medio propuso pena de muerte a los secuestradores, y ahora promueve spots donde el avaricioso tucán cacarea como propia la reforma en materia penal, equiparando las nuevas penalidades con la cadena perpetua. Bien dice el dicho, en tierra de ciegos…
Las cosas no parecen alentadoras en los establos de las tres principales fuerzas políticas. El PRI enfrentará en 2015 su primera evaluación electoral en el sexenio de Enrique Peña Nieto, quien, como ya hemos dicho, llega a la cita electoral en el punto más bajo de su popularidad. La incapacidad de los operadores políticos del actual régimen ha provocado que a estas alturas, a su saldo negativo le estén cargando incluso muchas de las asignaturas que dejó pendientes la desastrosa administración de Felipe Calderón.
Y a propósito de Calderón, en el PAN debe haber muchos aspirantes deseosos de quitar de la mente de los electores el saldo negativo heredado por la administración del michoacano como Presidente de la República. Digan lo que digan, los panistas no pueden soslayar el hecho de que la errática actuación de Calderón fue el principal factor que incidió en su estrepitosa caída en el ánimo de los electores; situación de la que por cierto aún están lejos de recuperarse, a pesar de las bravuconadas lanzadas por algunos blanquiazules en sus cada vez más reducidos cotos de poder.
La próxima elección tampoco será un día de campo para el PRD. El partido del sol azteca llegará a la justa federal con la mayor fragmentación de su historia. No sólo le pesa la salida de su fundador y líder moral Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, sino que además habrá de enfrentar el natural saldo negativo que inevitablemente le provocará la irrupción de Andrés Manuel López Obrador y el membrete de MORENA como partido político con registro.
No cabe duda que el Pacto por México terminó por exhibir lo mejor y lo peor de nuestros partidos políticos.
Por un lado, se demostró que cuando existe voluntad o un factor de conveniencia en común, los partidos políticos mexicanos tienen capacidad para sacar acuerdos, aún utilizando el más vulgar chantaje como moneda de cambio.
Sin embargo, el gran pacto político con el que arrancó el sexenio también puso en evidencia el pragmatismo y la visión de corto plazo que caracteriza a nuestra clase política, incapaz de sostener acuerdos en beneficio del mayor número cuando no tiene a la vista algún hueso que roer.
Los políticos a la mexicana no tienen visión de Estado. Lo suyo, lo suyo… es la coyuntura.
¿Con qué argumento llamarán ahora a los ciudadanos a votar?
Con toda honestidad; a menos que sea usted algún político calenturiento dispuesto a “sacrificarse” en la próxima contienda… ¿a Usted le interesan las #Elecciones2015?
Veremos y comentaremos.
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