Decepcionan algunas actitudes de gente que se dedica a la política y denigran esta noble actividad que debiera ser un instrumento para beneficiar a los demás.
Cuauhtémoc Cárdenas renunció al Partido de la Revolución Democrática porque no se ajustó a sus deseos –o caprichos- y mejor dijo que se iba.
Lo mismo sucedió con el mismo personaje hace ya muchos años, cuando era militante del Partido Revolucionario Institucional: lo abandonó para formar una fuerza de izquierda que realmente se convirtió en fuerza, y es tiempo que no ha podido ningún partido arrebatarles el bastión del Distrito Federal, al que han definido como el “máximo botín del PRD”.
Y para muestra, lo que hizo el propio Cárdenas o Marcelo durante sus gestiones, o lo que lleva a cabo Mancera en aras de consolidar una política populista y chicharronera, donde creen que están haciendo un bien a los ciudadanos y lo único que manejan son demagógicos discursos, frases trilladas y actitudes mesiánicas.
Molesta ver al “hijo del Tata” con su cara de perdona-vidas haciendo el favor de querer contestar con estúpidos sarcasmos o evasivas, cuando se supone, es un político.
En su tiempo, la discusión se centraba en el hecho de que dejó el PRI porque había mucha corrupción; se cuestionó a sus simpatizantes el por qué, siendo hijo de miembros del PRI, gobernador por el PRI y más cosas, nunca se quejó de todo lo que amasó en bienes materiales y muebles, en capital familiar, porque para ser únicamente hijo del general, suponemos que es mucha su capacidad de ahorro.
Nos dijeron: es que se arrepintió de ser priísta, y la respuesta inmediata: “sí, pero nunca devolvió lo que la Revolución le dio a su familia”.
Y como él, gente como Porfirio Muñoz Ledo y otros más, distinguidos priístas en su tiempo, al no contar con segunda voz para sus caprichos y ambiciones personales más que sociales, se fueron al PRD, instituto que ha demostrado a través de sus acciones cotidianas que es campeón en corrupción y suciedad, en deshonestidad y ligas con el crimen, en falta de tacto político y más.
Bejarano, uno de los casos más tristes, y hoy en día es un distinguido priísta.
Curiosamente, gente menos informal como Alejandro Encinas están pensando en dejar el PRD porque ya no es un partido a su medida, o sea, no pudieron hacerlo, se lo acabaron, lo corrompieron, lo explotaron, lo vaciaron, y ahora también lo abandonan.
¡Qué bonito ejemplo de lealtad y honestidad nos dan, no cabe duda!
Parecen como esos mamíferos que, cuando comienza a hundirse un barco son los primeros en aparecer por todas partes: dice el “pópulo” que al hundirse, “las ratas corren primero”.
Ya se acabaron a la izquierda, ya se inconformaron hasta con Dios y todo lo que existe, ya se llevaron dinero y poder… y vuelven a abandonar.
Dicen algunos expertos que cuando alguien se prostituye en cualquier sentido que se pueda aplicar, vuelve a hacerlo, y la muestra es ese grupo de ciudadanos que hoy buscarán otro botín político, porque el del “sol azteca” les ha quedado muy corto para sus aspiraciones y necesidades materiales.
Y luego hablan de que debemos acabar con la deshonestidad y esas cosas.
Pero si no pudieron poner orden, y ahora abandonan su modus vivendi, qué se puede esperar de estos que, como las ratas del barco, abandonan cuando más se les necesita como lo hizo López Obrador también.
No podemos pensar en cómo serán en sus vidas personales: cambiando intereses personales por sus ambiciones.
Qué bueno, sinceramente, que dejaron el PRI, y qué bueno que dejen el PRD: ojalá dejen la política, porque esos vividores no merecen un voto siquiera. Salieron como las ratas: por las escotillas del poder ante su incapacidad manifiesta.
Lo anterior aplica en el ámbito nacional, estatal y local, por supuesto.
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