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De valores a valores

Por: Carlos Santamaría 23/11/2014 | Actualizada a las 13:17h
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Cuando la gente habla de valores corre el riesgo de ser criticada por otros que, indudablemente no tienen ni la más remota idea de lo que significa el término “valor” como tal y no como virtud de pérdida de miedo, que es muy diferente.

Valor, cuando lo definimos, podemos entenderlo como dice la Real Academia entre otras definiciones: “cualidad del ánimo que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros, denostando osadía y hasta desvergüenza”. Aquí nos recuerda esas frases de “¿Cómo tuvo el valor para hacer eso?”  O “Tuvo el valor de negarlo”.

Pero en nuestra sociedad el término posee otro significado más profundo, aunque también trillado porque se ha empleado en demagógicos discursos y falaces declaraciones oficiales: los valores de la familia, del ser humano, de la comunidad o de la humanidad son términos que nos mueven a pensar en ser útiles y actuar congruentemente.

En las últimas semanas hemos visto que la escala de valores de muchos servidores públicos no existe: no tienen valor como personas honestas o capaces de enfrentar la realidad como es, y una clara muestra de ello es la manifiesta inconformidad nacional que se vive y se plasma en redes sociales a manera de “memes” y otras cosas que, aunque nos hacen reír al momento, no dejan de causar depresión, porque, tristemente… tienen mucha razón.

No podemos concebir que casualmente todos los servidores públicos provienen de familias no ricas sino exageradamente adineradas; la hija del ex gobernador de Tabasco Granier sufrió el congelamiento de cuentas por más de 3 mil millones de pesos. ¡La hija!

Y así vemos declaraciones triunfalistas y moralistas que enferman, que envenenan los sentimientos de muchos y nos calan, nos lastiman y hieren cuando nos dicen que estamos en mejores condiciones que antes, o que somos los mejores en temas medulares para una adecuada convivencia social.

Nos aseguran que tenemos la calidad suficiente para competir en el mundo entero y volteamos a ver y nos damos cuenta que mienten con una desfachatez asombrosa.

Nos recuerdan que hay valores humanos y familiares, que la moral es importante pero… ¿qué hacen por consolidar esos conceptos?

Violan leyes a diario y nos dicen que se aplicará todo el peso de la ley en todo momento. Vemos la forma en que abusan de recursos materiales y humanos para beneficio personal y familiar.

No puede hablar de valores quien utiliza los vehículos oficiales para recoger a sus hijos en las escuelas o para salir de vacaciones, empleando el dinero del pueblo para ello. Eso no es valor, no es moral. Es algo mucho más indigno que la mentira.

Y esos son los que nos quieren educar en valores y enseñar que hay que ser honestos y capaces…

Hay que tener valor para aceptarnos como somos, para no disponer de bienes públicos o emplear a nuestros amigos para beneficio personal en forma egoísta y nefasta. Los valores fundamentales del ser humano, pensamos, pueden ser entre muchos otros: la amistad, el amor, la honestidad y honorabilidad, entendiendo ésta última como el respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos. Aceptar los grupos sociales, étnicos, culturales y más sin criticar religiones, preferencias políticas o sexuales, aficiones deportivas o limitaciones culturales, porque todos las tenemos, aunque no las queramos aceptar

No podemos callar cuando vemos la forma en que nos dicen que tienen una vida plena de honestidad y pasean en yates o viven en mansiones que no se pagarían ni trabajando durante tres vidas, o cuando declaran tener bienes por 1.5 millones de pesos únicamente, o cuentas bancarias por menos de 50 mil pesos y viajan en aviones privados.

Insultan la inteligencia de la gente, la razón y la lógica, la moral y todo lo que proviene del término “valores humanos” que deberíamos respetar.

Los valores, señores servidores públicos y los que no lo son, deberíamos englobarlos en términos absolutos: respeto, honorabilidad, honestidad, sinceridad, claridad.

Dejar la hipocresía a un lado y enfrentar las cosas y llamarlas como son: afrontar las consecuencias de nuestros actos y dejar discursos ridículos que nadie creemos hoy en día, porque nos estamos cansando de mentiras, diatribas, engaños y falsedades.

Y eso, sinceramente, es muy peligroso.

Aguantamos mucho, y lo hemos hecho por pusilánimes o conformistas, pero vivimos hoy en día junto a una sociedad y una juventud que, a veces impertinente y con conceptos equivocados, pero que no permite que se le siga engañando más. Ese es el principal reto que hay que enfrentar, porque lo que sigue al seguir ignorándolos nadie queremos vivirlo.

Queremos que tengan el valor de ser mexicanos de tiempo completo, al 100 por ciento y con la honorabilidad que una patria como México merece.

Y eso aplica a los tres niveles de gobierno, por supuesto.

Comentarios: entrenos@prodigy.net.mx

Carlos David Santamaría Ochoa,

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.
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