“-Buaynus tardies, sinior, ¿coumou estar ustay?” “-¡Oh, yo estar biain. Yo trabajar muchou toros las diaz”. Agotado todo el inglés que saben, uno de los dos pregunta: “-Ouh sinior, ustay ser meksicanou? “-Si, yo ser”. Aliviado, el primero dice: “Ah, entonces ¿qué estamos haciendo hablando inglés?”. Tomado del libro ‘Al otro lado de la frontera’.
LO CLARO: La inversión en obra pública, es quizá uno de los principales motores económicos de cualquier entidad. Representa la activación del 40% del espectro productivo: la cadena de servicios que infieren en el entorno de los contratistas; la mano de obra, los carpinteros, gasolineros, hoteleros, tiendas de servicio. Implica per se, un estímulo al crecimiento sustancial de las ciudades.
Así rige a la vida pública de Tamaulipas, donde el mandatario estatal aplica esfuerzos en recursos obtenidos de la federación, para que la construcción de hospitales, escuelas, carreteras, sean un pivote económico de gran calado.
En Nuevo Laredo, con el dinamismo de aquella fronteriza ciudad, el alcalde toma el ejemplo del ejecutivo estatal y pondera el ejercicio de la obra pública, como principal detonante del desarrollo de la pujante ciudad.
El reconocimiento de los pobladores, manifiesta que ése es el camino adecuado. Ciudades que crecen, es debido a su desarrollo en infraestructura.
LO OSCURO. Hablamos de ciudades y estados que crecen. Ahora, hablemos de países que evolucionan.
El inicio de nuestra plática, concatena con el nombre mismo del país.
Estados Unidos Mexicanos. Ya ‘pintaba’ para dónde apuntar la dirección. Copia mal realizada de nuestros antepasados, en 1824 del que refiere a “E.U.A.”
Igual hicimos con la ‘Suprema Corte de Justicia’. El idioma español, nos indicaría que se llama Corte Suprema. En fin… no es por ahí.
Los dos principales ‘renglones oscuros’ que atan las economías de éstos dos países, se refiere al negocio turbulento de las drogas y armas, más el de los paisanos que acuden en cantidades de 390 mil mexicanos por año, en busca de lo que no logran aquí: trabajo. Las drogas y armas, no son tema.
En el lejano 2003, sumaban 27 millones de mexicanos establecidos legalmente, de los cuales, 10 eran de nacencia en éste país.
Los “Rick Pérez, Joe Rodríguez, Jesse Martínez”, aportan a nuestra precaria economía la friolera anual de 30 mil millones de dólares. Contribuyen con su mano de obra, en un estimado del 10% del PIB de Texas; el 12% en Arizona y en el ramo agropecuario en general en los Estados Unidos, colaboran con el 18%.
De nuestro país, los estados que contribuyen con esa nueva raza, de la que nos sentimos orgullosos por su valentía de dejar el hogar para procurar el sustento familiar, enumeramos: Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Sonora, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas.
Todo lo anterior, indica que estamos en el momento adecuado del calendario económico y político de ambos países, para que la agenda de desarrollo, dé la verdadera estatura e importancia que tienen nuestros mexicanos que allá viven.
Y que contribuyen de manera más que importante, a la riqueza de acá.
Fuera del petróleo y de las grandes inversiones extranjeras, el valor monetario de los recursos que envían a sus familiares en México, dan la posibilidad de que cuente el país, con recursos frescos ‘no petroleros’.
Deberán de tener una nueva connotación que los ejemplifique, como verdadero héroes.
Dignificar su estancia en suelo americano; no ser perseguidos como si fueran terroristas, con aviones caza que patrullan la frontera y con trato inhumano a cargo de las ‘special forces’.
COLOFÓN: Quizá –sólo quizá- si fuera legítimo el interés por dignificarlos, acaso sería un buen comienzo su representatividad (son 27 millones) mediante la designación de un diputado y un senador de extracción migrante. Las reformas migratorias, el “bienvenido paisano”, seguro encontrarían eco. (Lo distinguiría usted en el canal del Congreso, por ser el único diputado despierto).
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