Escalofriante es leer la nota que emana de la Federación Internacional de Diabetes –IDF, por sus siglas en inglés- y que asusta: la diabetes mata a una persona cada 8 segundos en alguna parte del mundo.
Si hacemos el ejercicio matemático, hablamos de 7.5 fallecimientos por minuto, y que se traduce a la cantidad de 450 por hora.
Multiplique usted por 24, es decir, en un día, y son nada más 10 mil 800 personas, así que hay que sacar las conclusiones para saber qué tan bueno puede ser el ignorar las medidas de prevención y control que estamos obligados a llevar.
Estamos hablando de casi 4 millones de personas en el mundo que dejan de existir con los costes que implica, principalmente los sociales: muchos de estos son jefes de familia y de ellos depende la manutención de otros, lo que orilla a las personas que quedan solas a buscar como subsistir, con el consecuente descuido de la formación de los hijos, que desencadena en una descomposición social tremenda, madre de todos los conflictos y gente fuera de la ley.
Es por ello que se requiere de acelerar el paso mucho más en cuando a políticas y acciones concretas para prevenir esta enfermedad, para controlarla y sobre todo, evitar que surjan las complicaciones crónicas que llevan a la ceguera, disfunción renal, problemas circulatorios que terminan en amputaciones y más: la diabetes no perdona a nadie, y no hay cartera suficientemente llena que haga que los problemas no se presenten.
Es por ello que se necesita mucha capacidad para voltear y ver qué se debe hacer, no por obligación de acatar eso que el médico dice que hay que hacer, sino con el convencimiento de que será la mejor arma para evitar los problemas que a lo larg de los años se van acumulando… y haciendo estragos, a veces, fatales.
Hemos manejado cifras de estimación de datos en cuanto a muertes, coste y demás; tratamientos que cada día son más costosos por la voracidad con que se manejan los laboratorios que venden los medicamentos a precios prácticamente inalcanzables.
Mucha gente conocemos que ha sido objeto de ofrecimientos para cambiar de tratamiento, pero por los costes de uno nuevo prefiere seguir con sus pastillas que le dan en el Seguro, el ISSSTE o alguna dependencia vinculada al sector salud.
De nada sirven esos magníficos anuncios de PREVENIMSS y que ahora se ha apropiado la Secretaría de Salud para manejarlos en forma global; de nada sirven las campañas que se llevan a cabo a diario en la entidad; de nada sirvió hacer el Camino de Santiago en un llamado a enfrentar la diabetes, de nada servirán estas cosas si los que vivimos con diabetes no entendemos el mensaje. Es ahí donde hay que incidir: en el mensaje para la gente común y corriente, gente que vive sus angustias en forma nada diferente a nosotros porque les afecta de la misma manera, con las proporciones naturales.
Entendemos que llega la hora de combatir directa y frontalmente al “dulce asesino” en que se convierte esta enfermedad crónico degenerativa, y que tomemos caras en el asunto. Y proponer que se cambie el contenido de medicamentos del cuadro básico, porque sucede que necesitamos un nuevo tratamiento, pero como no está en el Cuadro Básico, no nos lo pueden surtir. Eso enoja, y mucho.
Resulta prudente hacer el llamado a quienes tenemos familiares con diabetes o nosotros mismos contamos con ese diagnóstico, para enfrentar una nueva vida; buscar el control de nuestros niveles de glucosa y otros parámetros a medir, y entonces sí, entender que la lucha sin cuartel inicia, y que pretendemos ser los beneficiarios de un sistema sanitario que pueda correspondernos.
Llegó este asesino para quedarse, para mutilar, acabar con muchos de nosotros: hagamos lo que tenemos que hacer, y entonces, habrá la primeva victoria de las muchas que encabezaremos.
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