Las campañas políticas han iniciado, aunque la verdad sea dicha, lo hicieron hace meses con la acción de varios aspirantes de todos los institutos políticos; la victoria en las urnas no se puede definir con unos cuantos días en que los que llegan a la recta final hacen todo su esfuerzo por convencer.
Tenemos que entender ya que no debe ganar un candidato carismático o uno que nos lleva mejores regalos. No: por ahí no va la cosa.
Los candidatos tienen una plataforma electoral que debe ser congruente con su política partidista y las necesidades de la ciudadanía. Lo vivimos todos los días, y si nos prometen cosas que no pensábamos no serviría de nada: hay algo más que eso.
Sucede, por ejemplo, lo que en las campañas universitarias: somos de la idea de que deben cambiarse los estatutos y reglamentos en la Universidad Autónoma de Tamaulipas y las direcciones de unidades y facultades deben ser asumidas con la responsabilidad de la rectoría y no de la comunidad universitaria en general.
Pensarán algunos que somos enemigos de la democracia, sin embargo, hay que poner las cosas en su lugar y entender que la educación es responsabilidad de la rectoría y los cuadros directivos.
Nos parece inadecuado que los miembros de la comunidad estudiantil decidan quien los dirigirá, o que determinen cual debe ser el contenido del plan de estudios: no es su papel, porque el papel de éstos –los estudiantes- es el ir a prepararse para una mejor calidad de vida a través de su desempeño profesional.
Hay casos en el país en que los estudiantes quieren decidir quién será su director, cuales serán los períodos de clases y vacaciones y todas esas cosas que no deben ser consensadas sino instrumentadas con el rigor que se necesita.
Es como si los estudiantes no estuvieran de acuerdo en ser evaluados y pidieran que se anulen los exámenes, que se cambien las fechas o contenidos.
Se supone que los planes de estudio e investigación se desarrollan en base a las necesidades sociales; se nos pide a los investigadores ser congruentes con nuestra línea de investigación y las necesidades del país y el estado, como debiera de ser.
Si alguno no está de acuerdo, que proponga nuevas líneas y listo. Pero no entendemos que se pidan tiempos más extensos para una campaña o para que un candidato convenza a través de recorridos por los salones.
Hay que estar conscientes de que no se trata de un concurso de popularidad ni nada por el estilo: la televisión aquí no juega y no debe ganar el que sea más carismático, sino el que ofrezca mejores resultados académicos y de vinculación con la sociedad.
Debe cambiarse, desde nuestra óptica, el procedimiento, y somos de la opinión de que el director de cualquier unidad académica debe surgir del consenso de los profesores y responsables de la calidad que debe existir, con el visto bueno de la rectoría, a quien se debe exigir todo el apoyo para el cumplimiento de las necesidades, convertidas entonces en líneas de acción.
De esta forma se acabaría con muchos problemas y grillas que nada dejan de bueno a la educación superior.
Hay que ubicarnos en lo que debemos hacer: los investigadores, a investigar y trascender en base a su trabajo; los directivos, a administrar todo tipo de recursos existentes en bien de la educación y formación profesional; los estudiantes, a prepararse para un mejor futuro y dejarse de andar en los recorridos que les alejan de la cátedra.
Los empleados deben cumplir la función para la que fueron contratados.
Y la rectoría, marcar las pautas de acuerdo a las necesidades del estado, apoyar a sus directivos, entregar los recursos correspondientes y pugnar porque haya más donde más se necesita.
Pero se debe prescindir, creemos, de campañas de popularidad: la educación no requiere popularidad: requiere resultados y gente que se incorpore con calidad al aparato productivo. Esa es la misión de la universidad… o debe serlo.
Comentarios: entrenos@prodigy.net.mx