Mucho se ha escrito y hablado acerca del fenómeno que pareciera nuevo, y que, sin embargo, ha existido desde que la escuela es tal: el “temible bullying” y sus consecuencias que tienen hacia los estudiantes que padecen el abuso de otros; se ha enfatizado en ciertos niveles, principalmente primaria y secundaria, pensando que los jóvenes de bachillerato o educación superior no lo padecen porque, teóricamente, tienen más armas para defenderse.
Pero se olvidan que el fenómeno del abuso se presenta en todos los sectores, niveles, estratos y clases sociales. A cualquier edad se afecta a los estudiantes que son objeto de la agresiva actitud de sus iguales que, principalmente, son ignorados por unos irresponsables padres que no están pendientes de sus hijos.
Piensan éstos –los padres- que la educación es cosa de los profesores, y las actitudes negativas de los hijos deben ser vistas como “cosas de muchachos”: así de estúpidos son los criterios de esos a los que la naturaleza falló en otorgar el sagrado depósito de los hijos.
Y en la etapa preescolar y maternal se presenta con una angustia que mata y puede dejar secuelas irreversibles: en la ciudad hay escuelas para pequeños, guarderías, Cendis y otros similares que se jactan de tener excelencia en su educación y lo demuestran con un bonito festival de fin de cursos o vistiendo a los hijos de sus clientes de abejitas o mariposas en el festival en honor a la madre; otros, más preocupados por lo banal, los disfrazan de renos en navidad o le dan el papel de Niño Dios en la pastorela. Eso es lo que llaman calidad, y se olvidan de la parte formativa.
Se conforman con asegurar que los chicos saben los verbos en inglés o que de memoria recitan que dos más dos suman cuatro. ¿Y los valores humanos? Esa es una asignatura que estas escuelas, muchas por cierto, han dejado para el olvido.
El pequeño José Daniel se encuentra aún hospitalizado por problemas con su aparato digestivo, producto de un cuadro de estrés que vive gracias a la agresiva conducta de uno de sus “compañeritos”, que bien puede semejar a un monstruo solapado por irresponsables disfrazados de padres.
Los profesionales que atienden al pequeño encontraron que sufre estrés por las agresiones de uno de sus “iguales” y lo triste de todo es que los maestros de ese Cendi nunca se enteraron de tales acciones.
Estaban, seguramente, preocupadas porque los niños bailen coordinados o porque reciten bien una poesía en inglés y español, como si eso fuera excelencia en educación.
Y esto lo vivimos a diario en la ciudad: los niños son molestados, y cuando un padre se queja, le dicen a él los profesores que son “cosas de muchachos”, que no se preocupen, que ya pasarán.
Seguramente estos profesores nunca tuvieron eventos de este tipo de agresiones en sus vidas, o son perfectos y piensan que todos somos buenos o tenemos conductas apropiadas.
Nada más falso que lo anterior.
Son escuelas que manejan excelencia y fama, “moda” social pero nada de académica o formativa, y en ese sentido, malos dueños, peores maestros y apáticos padres tenemos que ver con los resultados poco favorables para los niños.
El Bullying en preescolar debe terminar y atajarse a la brevedad posible, porque de otra forma, nada se podrá hacer cuando ellos, los agredidos tomen justicia por su propia mano y puedan llegar a cometer un delito inclusive.
Es el alcance que tienen las acciones.
Por lo pronto, Luis Daniel sigue en el hospital víctima del estrés producto de la violencia escolar, solapada por maestros y directivos de tan “prestigiado” Cendi, y los otros padres, pensando que sus hijos son “traviesos”, sin tomar en cuenta que están a un paso de convertirse en auténticos delincuentes que afectarán a miembros de una generación que puede perderse por la terrible falta de atención.
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