Como suele suceder, los problemas de la comunidad tienen impacto en todos nosotros de una u otra manera, en porcentajes de afectación o beneficio distinto, pero tienen algo que ver con lo que somos o lo que tenemos… o lo que queremos ser.
Ver esas noticias provenientes del África es deprimente, principalmente cuando nos “venden” las fotografías de niños muertos de hambre, que no tienen que comer y viven por días enteros sin consumir nada, de ningún tipo.
Se llama hambre, y mucha gente cree ser pobre sin haber vivido con la angustia de no tener que llevarse a la boca durante la jornada.
Quienes hemos tenido esa percepción en alguna etapa de la vida sabemos lo importante que es cuidar el alimento, la comida… el recurso con que se cuenta, aunque haya personas que no tengan la más remota idea de lo anterior y vivan derrochando sus recursos.
Les dice alguien que cuando aprendan a tener hambre aprenderán a valorar lo que tienen y lo que son: ríen, pero la vida es la mejor maestra, y a veces las lecciones son demasiado intensas y nos hacen sacudirnos por su fuerte llamado.
Pero de que aprendemos… aprendemos.
Jorge Salinas Treviño es médico internista de mucha tradición en la capital: como profesional de la medicina se le conoce y reconoce su trayectoria, dado que muchos de los nuestros han pasado por su consulta y han encontrado bienestar gracias a su profesionalismo.
De su persona… muchas cosas se pueden decir, pero mire que dejar de hacer muchas cosas personales para ayudar a los demás no es usual, no en una sociedad como la nuestra donde lo más importante es, a veces, transitar con un vehículo de lujo o pasear por los dos o tres lugares de moda.
Jorge Salinas encabeza aquí un proyecto que tiene un noble fin: el Banco de Alimentos procura la nutrición de los que en Europa llaman “sin papeles, sin comida, sin techo”, los que fueron desterrados de ese paraíso que algunas veces nos hicieron creer que existía, y que ellos, en su cruda y fuerte realidad no saben qué es, como decía un buen amigo: “comer calientito”: mendrugos, sobras o algo viejo es lo que les llena el estómago, que no podríamos decir que les alimenta.
Este fin de semana tendrá actividad el Banco de Alimentos y es menester ayudar y ser solidario: algunos hacen el llamado a los políticos y gente de dinero para que se solidaricen y ayuden un poco, y otros han pensado que cada quien tiene lo que trabaja o se merece. Cierto, pero no nos quita ser solidarios a través de una instancia que, estamos seguros, no malversa los recursos, sino que los aplica a la perfección o lo más cercano a ella.
Con el doctor Salinas trabaja un grupo de gente anónima y de gran corazón que esperar que los que podemos llevar un taco, una gordita o un platillo a la boca seamos solidarios; hay una lista de alimentos que se pueden entregar y que básicamente son no perecederos, pero también pide a quienes no tengan la posibilidad de ayudar materialmente a que lo hagan en persona, porque se requiere gente que ayude a clasificar el recurso y hacer las despensas.
Es un reto de la sociedad el lograr que este banco siga vigente y apoye a esas muchas –miles- de familias que necesitan solidaridad y apoyo, que requieren algo más que un “échale ganas” y una palmadita en la espalda.
A esas familias que no comen porque no tienen con qué o qué llevarse a la boca.
Es momento de demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de desprendernos de un poco para ayudar a ese grupo tan castigado por la vida y las actuales circunstancias, de ser solidario y dar lo que nuestro corazón dicte.
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