Los seres humanos somos tan especiales que hay diversas profesiones que se dedican a estudiar nuestro comportamiento, formas de pensar y actuar, reacciones y costumbres, entre muchas otras cosas.
Nos preocupamos de todo y por todos, para bien o para mal, pero lo tenemos siempre a flor de piel. Tanto es esto que hasta lo que no nos relaciona directamente nos provoca reacciones de toda índole.
Uno de los casos más ejemplares es la contratación de Javier “Chicharito” Hernández: miles criticaron al Real Madrid por “contratar a un bulto”, en tanto, otros miles alabaron la decisión de llevar a un crack al mejor equipo del mundo.
Envidias, rencores y sentimientos negativos afloraron. Sucede igual en la política o en el desarrollo cultural en la medicina o en la ingeniería, por citar algunos ejemplos únicamente.
Terapeutas, psicólogos e inclusive psiquiatras tratan de entender el por qué de nuestras frustraciones y complejos; en la política no es ajena esta reacción, y quien cree tener los merecimientos, -a veces justos, a veces no- para llegar en lugar de otros, hacen todo lo posible por poner piedras en el camino.
Y al final, cuando no son favorecidos, hacen lo que hizo Ernesto Cordero: doblan las manos, agachan la cabeza, se arrodillan y se muestran solidarios.
La hipocresía es pan de todos los días.
Y en ese contexto, comienzan a moverse las fuerzas políticas de todos los partidos que contendrán en 2015, en pos de los escaños federales y, en algunas entidades, ayuntamientos y más. La guerra electoral inicia en casa y todos están contra todos, buscando por cualquier camino la postulación que tanto anhelan.
Existen “eternos aspirantes” que por alguna razón no han podido llegar nunca y consideran que es el momento de hacerlo. De todo se vale y algunos son más inteligentes que otros; hay quienes se ocupan de unir fuerzas y firmas, apoyos y simpatías para presionar de buena forma, aunque los otros no dejarán el camino tan fácilmente.
Eso lo conocemos quienes vemos las cosas desde fuera y, por supuesto, quien las vive dentro y ha quedado al margen en más de una ocasión. Es la lucha electoral que es lícita y válida siempre y cuando sea directa y honesta.
Dirían algunos: si es directa y honesta no es lucha política.
Y tienen razón.
Comienzan los especialistas en la materia a sacar conclusiones para establecer estrategias, aunque oficialmente no se ha comenzado con las campañas, pero los aspirantes saben que si se quedan quietos hoy, puede ser la diferencia entre ser los candidatos o ser, una vez más, espectadores y correos de rumores de toda índole.
¿Qué espera la ciudadanía? La verdad, muchos esperamos que se presente una lucha pre-electoral clara y sin suciedades, y para ello los dirigentes de los partidos están haciendo cuanto es posible por evitar todo tipo de golpes bajos.
Saben los dirigentes que se espera una contienda justa en la medida que sea posible, y luchan por ello: para que sus hombres y mujeres no terminen enfrentándose sino uniendo esfuerzos en torno a un solo candidato, y entonces, poder dar la batalla a los otros partidos políticos, para así alcanzar la victoria.
Esa es la premisa de todos, y quien piense, como lo hacen los que peyorativa pero justamente se como “partidos chiquitos”, en solo conservar el registro y tener 2 o 3 por ciento de la votación, están condenados al fracaso y debiera la sociedad darles su justa recompensa: su desaparición.
Que todos busquen la victoria es saludable, porque entonces los ciudadanos podremos ver una contienda interesante, y sin los golpes bajos que denigran a cualquiera y son objeto de drásticos y dañinos juicios de los expertos.
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