Todos los partidos que participan en el entorno de la sucesión han comenzado a hacer su lucha, buena y mala, en pos de un triunfo, en alguna ocasión merecido, y en otras no, es decir, que hay un instituto político que lo merece por sus méritos propios, y otros, sin embargo, sin merecerlo, creen que deben obtenerlo y comienzan una guerra sucia que empaña el proceso, hoy, vigilado por el poco flamante INE –Instituto Nacional Electoral- órgano que sufrió el cambio de logotipo, gastos en papelería y cosas superfluas, pero que hoy por hoy será quien participe como árbitro en los comicios de 2015.
Se entiende que han ubicado a sus mejores hombres, aunque en casos específicos se han colado en partes clave los que tienen más saliva y saben más de la política de golpe bajo y esas cosas, y un claro ejemplo lo tiene el Partido Acción Nacional, con la incursión del grupo del ex alcalde y más Cabeza de Vaca, quien lejos de sumar ha restado en el entorno blanquiazul, merced a sus acciones poco honorables como presidente municipal y sus otras más como legislador. El caso es que más daño hará a su partido que beneficio.
Y todos tienen gente buena y no tanto, hasta llegar a los que merecidamente debieran irse muy lejos, demasiado lejos, y dejar la política por la paz, entendiendo que esta actividad tiene noble fines en su filosofía, pero que en la práctica se ha denigrado mucho.
Pero hay quienes tienen una idea diferente de la política y lo llevan a la práctica. Critican algunos enemigos tradicionales y económicos al presidente del PRI Rafael González Benavides, porque no tiene un equipo que pueda garantizar el triunfo que buscan todos los partidos; cierto es que hay gente que debiera no estar, porque han hecho una carrera poco justificable, pero no podemos decir que haya un mal equipo. Rafael ha sabido conjugar a los nuevos valores de la política con los de experiencia; algunos tendrían que participar por última vez y no buscar ese protagonismo personal sino encontrar la filosofía de cualquier partido que debe ser la de aprender a trabajar en equipo, lo que más bien hace a cualquiera.
El ejemplo lo podemos ver en el fútbol, donde el mejor delantero o portero, por sí solo, nunca ganará un encuentro, sino que requerirá de la participación activa de los once elementos para alcanzar la victoria. Todos son importantes en el contexto deportivo, y la política es como un juego, donde gana el que sabe aplicar mejor las estrategias y entregar resultados.
Y los resultados son los que busca la gente: gestiones adecuadas, trámites que sirvan para más y en general, que se busque mejorar la calidad de vida de los que vivimos en cualquier parte. Esa es la función de cualquier político que se precie de haber entendido su función.
El presidente tricolor, lo hemos dicho y lo sostenemos, para nuestra forma de pensar, es un buen hombre, bien intencionado, que tiene mucha experiencia en la administración pública, y eso lo ha aplicado en el PRI para conjugar un buen equipo de trabajo.
Se necesitan hombres buenos que no tengan la ambición de enriquecerse de la noche a la mañana, que tengan su futuro asegurado en forma natural y no ostentosa, y que puedan entregar lo mejor de cada uno para los demás. Esas cualidades las debe tener un buen dirigente, y eso lo sabe quien hoy coordina el trabajo de todos en el tricolor, y procura que sean mejores los resultados que otras ocasiones.
Espera, naturalmente, la victoria total, el llamado “carro completo”, porque es un individuo congruente con sus ideales y cualquiera que participe debe aspirar al triunfo, si no, nada tiene que hacer en esos sitios.
Rafael tiene el voto de confianza de quien gobierna y de los sectores del tricolor, y quiere demostrarse a sí mismo que el reto, por grande que es, puede ser alcanzable, y para ello ha pedido que todos los miembros de este instituto se unan en torno a un objetivo: ganar, ganar y ganar.
Eso es lo que busca Rafael, el PRI y seguramente la gran mayoría de sus militantes. Lo demás, sobra.
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