Washington DC.-
En mis primeras lecturas sobre el tema del poder me quedó claro que alguien tiene “poder” cuando incide sobre las decisiones de otro. Que va en la medida de conseguir lo que quiere a través de la coerción, influencia, autoridad, fuerza o manipulación.
Es entendible que al menos a nivel de presidencia de la república, gubernatura o alcaldía, esa suceso se da por periodos que no rebasan los seis años, excepto para aquellos que pueden presumir que siguen estando detrás del “poder”.
Lo hemos visto, cuando un gobernante inicia su periodo tiene la oportunidad de ejercerlo sin contratiempos, al fin de cuentas es el nuevo rey que “tiene las riendas”.
Seguramente muchos de ellos aprovechan sus primeros pasos para fortalecer alianzas que en corto y mediano plazo les permitirá seguir influyendo y con ello conseguir la acción o inacción de los otros actores.
Hoy a unos cuantos meses cuando en Tamaulipas se viva un proceso electoral –primero para elegir a sus diputados federales y luego para renovar la gubernatura, alcaldías y Congreso local-, la pregunta es obligada.
¿Quién ejercerá el poder? ¿Quién tendrá que doblegarse y además entregarse a los deseos del otro sin dejar dudas de simulación?
¿Están dadas las condiciones para que alguien local ejerza fuerza para que recurriendo a la amenaza produzca temor?
¿Cómo influir para persuadir y haya convicción en los que antes se doblegaban?, o
¿Actualmente los que ejercen el poder lograron mantener una reputación que generará confianza en los que se quiere influir?
¿Y el pastel?
Según Dahl “el poder es entendido en el sentido de que X tiene poder sobre Y en la medida en que X es capaz de conseguir que Y haga algo que es más del agrado de X y que Y no habría hecho de otro modo”.
Pero más allá del temor, la convicción o la confianza, muchos que sirven de “Y” siempre habrán de esperar un premio, pero ¿y si no hubo?
Algunos se olvidan que el “pastelote” que tenían frente a ellos solo les correspondía una pequeña porción y el resto era para todos los demás actores que de una u otra forma tuvieron que doblegarse ante sus deseos.
Al final, muchos de ellos al olvidarse de repartirlo, se empacharon.
El otro problema es que a medida que se aceran los tiempos, cuando su llama se extingue, despiertan ante una cruda realidad: No tienen la capacidad para ejercer fuerza o influencia, por lo tanto lo que hagan de nada servirá.
¿Todavía hay tiempo para regresar la copa?
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