Hemos tocado el tema varias veces, sin embargo, no logramos tener la respuesta esperada: seguimos bloqueando las calles como si fueran caminos de nuestro rancho o domicilio, y las tomamos como una propiedad sin importar a quien jorobamos.
Todos los días sucede en las afueras de las instituciones educativas, y la verdad es que no tenemos la mínima idea de lo que es manejar y tampoco lo que es el respeto a los demás.
Enoja sobremanera ver las camionetas y autos tripulados muchas veces por choferes que no tienen más qué hacer que esperar a los muchachos y niños en las afueras: se estacionan en doble fila… triple… y a veces, hasta cuádruple.
Y nos preguntamos que donde están, en primera instancia, las autoridades correspondientes, y que puedan poner orden sin que les falten al respeto o los asusten con “no sabes con quien te metes”, o el típico “los van a correr a todos ustedes”.
Recordamos en una ocasión, fuera de una primaria muy conocida que íbamos padeciendo los abusos de los victorenses que se sienten de una clase privilegiada, y enojados dijimos a un agente: “diles por favor que nos dejen pasar, que no obstruyan”, a lo que contestó muy tranquilo: “es que no me hacen caso”.
Y seguimos padeciendo el problema de todos los días: enormes filas de vehículos que no son exclusivos de colegios e instituciones particulares: dese una vuelta por el CBTIS o por la Secundaria número 4, la 1 o cualquiera; las primarias “Lauro Aguirre” o “Victoria”, y el fenómeno está ahí, siempre estorbando sin importar lo que afectamos a otros.
Mucha gente que supone manejar adecuadamente no hace sino poner sus luces intermitentes como si fueran éstas el permiso para pararse y bloquear una calle.
La tranquilidad manifiesta y desordenada –concha, dirían otros- con que se conducen enoja. Se olvidan que para cada uno de nosotros nuestros hijos son lo más importante, pero para los demás no: cada uno tiene sus afectos pero la gente no tiene por qué esperar a que nuestro hijo salga y se suba al vehículo.
Debemos poner orden, y eso lo sabemos, pero si no tenemos la conciencia necesaria, difícilmente lo lograremos.
No es justo, la verdad, no es justo lo que vivimos a diario: todos queremos que nuestros hijos se bajen en la puerta exactamente, y a pesar de todo, nos tardamos en dar el dinero, la bendición, el consejo y demás, y esperamos a que ellos o ellas se metan a la institución educativa.
Pensamos que si llevamos a nuestros hijos a que tengan una buena educación, iniciamos mal, porque no es prudente, sinceramente, que afectemos a los demás por nuestros hijos.
Hace unos días, una señora decía “créame que es involuntario”… pero nunca se quitó de la fila que obstruía todo: no le importó que hayamos llegado temprano para alcanzar un sitio estacionados como marca la ley; no le importó afectar a los demás.
Insistimos: para cada uno de nosotros el hijo o hija es el más importante del colegio o escuela, pero para los demás no, y eso debemos tenerlo muy en cuenta siempre, porque de otra forma, seguiremos enseñándoles que el abuso y la prepotencia son la llave para abrir el mundo.
Queremos una sociedad justa y que aprenda a vivir mejor, pero no se logrará si seguimos siendo abusivos en estos menesteres, y si insistimos en esperar a los hijos contaminando y gastando gasolina pero además, obstruyendo un tráfico que es responsabilidad de todos, y por ende, debemos respetarlo como tal.
Hacemos un llamado a las autoridades de tránsito, a los maestros y directivos y a los automovilistas, para que nos ayuden a vivir en un estado de derecho, sin afectar los de los demás, por favor.
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