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Sección: Editoriales / Escenario político

Shakespeare en la política...ser o no ser, ¿Pablo, Javier o quién?

Por: Marco Antonio Torres 10/09/2014 | Actualizada a las 14:54h
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Entrar y salir, salir y entrar (no es pensamiento erótico), llevar consigo un abanico chino fue el máximo de los aciertos de las mujeres que fueron al primer informe del presidente Pablo González León.

Los hombres al fin y al cabo son eso, hombres, malhechos, amorfos, perezosos en el cuidado personal.

De vez en cuando un fino olfato percibe por allá en un rincón un Halston z14 o un 1-12 en medio de tanta gente. O un perfume clásico del presente.

Más no podemos decir lo mismo de la mujer, no, nunca.

Como bien dice el refrán, antes muerta que sencilla.

A fin de cuentas el abanico no quitó solamente el calor a las mujeres, también les preservó el fino maquillaje, el rubor, las sombras alrededor de sus mejillas y en el contorno de ojos y mirada.

El frescor de un abanico chino, al fin y al cabo les preservaba el natural perfume de sus cuerpos.

Fue la presencia femenina que nunca falta en cada evento acto político de relieve.

Menos ahora, con un PRI enseñoreado gobernando la patria.

El calor de cuarenta grados no impidió el glamour en el recinto, nada.

Desde ese momento -en que inició el Informe- las expectativas estaban creadas en torno a Pablo González León y a las filias que provoca, a las fobias ocultas y a las simpatías que por sí mismo genera en torno al futuro político subsecuente, la candidatura a diputado federal.

Máxime ahora que como agua en cascada, Pablo Alberto siente el apoyo de miles de nombres y voces, en secreto y en privado, para que su imagen sea proyectada de cara al proceso federal del 2015 en el sexto distrito.

Es aquí donde resurge el eterno dilema.

‘To be’ o no ‘to be’. Ser o no ser.

Como lo escribió William Shakespeare en su soliloquio de Hamlet, su universalista obra.

'Ser o no ser, he aquí la cuestión. Qué es más digno para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar armas contra océanos de calamidades, y haciéndoles frente, acabar con ellas'.

Ciertamente no hay Quijotes en este tiempo, más sí hombres de carne y hueso.

El México de hoy exige triunfar a toda costa. Exige llegar a la gloria.

Es cuestión de orgullos, cuestión de desear trascender a todos los tiempos.

Es válido, permitido.

Y lo que en política no se prohíbe, se permite.

Aunque la similitud entre Hamlet y el informe de gobierno de Pablo González en sí no tengan nada que ver, no es por demás concatenar una y otra cosa.

Aquélla fue una obra de teatro, literaria, universalista, que ha sobrevivido a los tiempos.

Y lo que pasó ayer en el edificio del sindicato de trabajadores del IMSS con Pablo como personaje central, no fue un montaje ni escena teatral. Menos pantomima, parodia ni sarcasmo.

Más bien fue un protocolo, formalidad cumplida.

Que en gran resumen, en síntesis, no es lo mismo pero es igual.

Ahora bien, con la rendición de informes de gobierno -de alcaldes- a principios de otoño, y no en diciembre, se acabaron los clásicos informes con escenario frío, gélido, las chamarras y triples mallones, que tanto se confundían con las posadas navideñas.

Pobres alcaldes, había veces que perdían comunicación con Santa Claus.

No hacían cena navideña ni pavo por preparar informes de gobierno, o por estar pagando aguinaldos a empleados.

En diciembre todo se juntaba. ahora no.

Bendita reforma política y electoral.

Los tiempos están cambiando. Vivan los cambios.

En verdad el informe de gobierno ayer trascendió.

Aunque no todo lo que vimos fue real, ni tampoco todo lo que no vimos, no existe.

Fue un juego de espejos.

Y qué día para jugar al juego de los espejos futuristas.

Fue un día soleado, de intenso sol, de calor muy cercano a los 40 grados.

Como lo cantaban Los Joao:

‘Qué calor de locos, Nena, ya me quiero bañar, cuando estoy a tu lado el calor me sofoca me quiero mojar’.

‘A cuarenta grados Nena, y yo voy a tocar, vamos para las olas jugando en el agua te quiero besar’.

Así es. Todo mundo andaba allá, con su piochita remojada.

Todo mundo, exceptuando la gente de bien.

La fiesta que el alcalde ofreció a sus invitados fue de corazón.

Hubo comida para dar y repartir.

Nadie se quedó sin comer, pues hubo barbacoa, mole, arroz, y al parecer asado, hasta para aventar para arriba.

A todo mundo se le ofreció de comer.

Aunque por otro lado, fueron notables  algunas presencias y ausencias.

La presencia de tres personajes importantes en la fiesta de Pablo González León, allá en su rancho urbanizado atrajo poderosamente la atención.

Estos fueron, a saber, Rigoberto Rodríguez Rangel, Carlos Sánchez Vega y José Reyes Guevara Servín, aparentemente la tripleta del futuro en ciernes, la misma que nacerá en simbólicos nueve meses, una vez que dejó de ser embrión.

A estos tres no los pierdan de vista.

Quizás sea el poder dominante aun puesto en posición fetal, aunque próximo a nacer.

Rigoberto Rodríguez por su parte fue discreto, respetuoso del tiempo y la distancia del alcalde, a quien felicitó al final de su informe. Eso fue al final, totalmente al final.

Pidió tomarse la foto con el presidente acompañado de su esposa Erika. Los flashes no se hicieron esperar.

Rigoberto se orilló dignamente acompañado de su esposa Erika, dejando que el brillo, fulgor y la luz del candente sol pegara en el rostro del presidente.

Todo esto ocurrió, pese a que ayer mismo fue su cumpleaños.

Como dijo el poeta, a mí nadie me lo dijo, yo lo vi con mis ojos.

Pero Rigoberto Rodríguez es político antes que civil.

Tiene olfato de animal político y sabe que la política es tiempo, respeto, normas establecidas irrompibles, reglas no escritas y cortesía política.

Nada se ofrece a otro, que no se devuelva con creces.

Solo dijo discreto en entrevista con prensa: ‘El PRI sabe dar excelentes alcaldes, excelentes políticos. Y aquí la muestra con el trabajo del presidente municipal (Pablo González)’.

Y en cuanto a las inasistencias, podemos decir dos o tres nombres.

Faltaron dos hombres a la fiesta (comida), Javier Villarreal Terán y Alejandro Guevara Cobos.

Javier Villarreal Terán sí asistió al Informe, más no fue a la comida.

Quizás se disculpó porque tenía cosas qué hacer.

Pero no estuvo en donde el presidente quería ver reunida a su gente.

Y de Alejandro Guevara Cobos no se supo nada.

A pesar de que anda en Tamaulipas. Y a pesar de que hace dos días estuvo en Mante.

Pero créalo, ayer nadie le lloró. Nadie se rasgó las vestiduras porque no fue.

Alejandro parece ser el apestado de todo Tamaulipas.

Aunque de algo el pueblo está seguro, el verdadero charro mexicano en El Mante se llama Pablo González León, no Alejandro Guevara.

Este último se hizo charro de un tiempo a la fecha, hablemos de enero para acá,

Se hizo charro repentinamente, de dos meses a la fecha.

Quizás tenga un diplomado marca patito, quien sabe.

Pero de un día para otro apareció en Facebook jalando la cola de las vaquillas, toretes y becerritos imberbes.

Es en síntesis su vida entera, una vida de indefinición.

Ignora si su futuro está en los toriles, en los lienzos charros, en las ciudades o en el campo.

O quizás su futuro esté en los rodeos, de payaso. Quién sabe, vaya usted a saberlo.

Bien, es todo, hasta pronto, nos vemos en breve.

Por último, hay dos políticos tamaulipecos con mucha similitud.

Los dos se llaman igual, Alejandro, y los dos le temen al dentista.

Por aquéllo de que se les caen los puentes.

El alcalde de Victoria, Alejandro Etienne no quiere saber de dentistas por aquéllo de que le coloquen puentes (fijos o removibles) que se le caigan.

Ya van dos o tres puentes que se le han caído como alcalde. Con ello sus sueños se hacen añicos.

El de la Moderna es uno.

Aparte, acaba de caérsele el techado del estadio Praxedis Balboa.

Vaya, ni la naturaleza lo quiere. Ni el dios Tlaloc ni nadie.

Y el segundo político es Alejandro Guevara Cobos, todos sus puentes (políticos) que creó, se le cayeron también.

¿Mala suerte, destino o karma?

Quién sabe. Pero ha de ser el karma. Y no es que sea veneno.

Por otro lado, aparentemente Javier Villarreal Terán sabe lo que trae entre manos.

Por eso se maneja con cautela.

Su aspiración -lo vemos- es saltar una vez, y después de doce lunas, al año siguiente exactamente, saltar otra vez.

Por algo dice que no teme a las alturas. Ni que tampoco lo espanta saltar desde avión en movimiento a la tierra en paracaídas, desde veinte mil metros de elevación.

Aparentemente esa es su sueño, su juego.

En otras palabras, parece que Javier Villarreal quiere todo.

Aunque sepa que aquí en El Mante solo los chicharrones de Homero de la Garza Tamez truenan y que todo lo que huela a continuidad gubernamental es bienvenido.

Amén de la natural animadversión que los mantenses de calle tienen por aquéllos políticos que se van. Y que gastan su capital en Sams, Walmart, Fábricas de Francia y Liverpool en vez de gastarlo en el tendajito de la esquina, o con el abarrotero Melesio de la colonia azucarera.

Cuidado con eso. Alerta, Hay que poner atención.

Ahora bien, el que los sueños de Javier Villarreal se hagan realidad o no, se consumen o se obtengan pasa -muchas veces- al plano secundario pues hay sueños que no dependen de uno que se cumplan, sino de terceros.

A veces por más que te quites, te toca. Y otras tantas, por más que te pongas, te ignoran.

Javier Villarreal como cada aspirante a diputado federal o gobernador tiene derecho a alimentar sueños, hasta los húmedos.

Pero acerca de la realidad, eso es otra cosa. Además, pronto se sabrá. En breve lo sabremos.

adadasdas
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