Carisma, integridad, compromiso y eficiencia, son las características principales que debe poseer un buen líder. Por lo menos si lo que se busca es que sea un líder de resultados.
Sobre el tema existen infinidad de investigaciones, pero usare como referencia una reciente realizada por la Universidad de Salamanca, España, en la que se preguntó a un numeroso grupo de ciudadanos acerca de las principales características que debe tener un buen político.
El carisma y la eficiencia fueron señaladas en las respuestas como las virtudes principales que debe poseer un auténtico líder. Hubo quienes destacaron también la honradez.
Una persona que reúna esas características, o por lo menos algunas de ellas, tendrá grandes posibilidades de éxito en cualquier organización.
Pero, vaya, ni siquiera necesitaríamos recurrir a estudios científicos para saber que un verdadero líder debe tener simpatía y capacidad de empatía para con sus seguidores. Cualquiera que no tenga esas virtudes y sea designado para encabezar a un grupo de personas, podrá ser cualquier cosa pero menos un líder. Si acaso será un dirigente.
Le hablo de todo ello porque, antier, el Partido Revolucionario Institucional, (PRI), formalizó la toma de protesta de Efraín de León León, como dirigente estatal de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP).
Hace algunas semanas hizo lo mismo en “Movimiento Territorial”, donde fue ungido como “líder”, Humberto, “El Betico”, Valdez Richaud, y más recientemente en el Organismo Nacional de Mujeres Priistas (ONMPRI), la responsabilidad recayó en Susana Hernández Flores.
Y la verdad, por ningún lado se ve el prototipo del líder nato, el que mueve masas, el que motiva, el que obtiene resultados a corto plazo.
Es cierto, Efraín y “El Betico” fueron diputados locales y alcaldes (el primero en Valle Hermoso y el segundo en Reynosa), lo cual supondría una prueba a su favor de que gozan de simpatía ciudadana y de que algo deben tener de líderes. Sin embargo, habría que decir que, en los dos casos, sus triunfos electorales se dieron en tiempos donde la oposición era un cero a la izquierda, y en consecuencia es difícil atribuirle su éxito en las votaciones a una capacidad de liderazgo.
Ahí es donde parece estar el pecado del PRI: en no saber identificar y seleccionar a sus auténticos liderazgos. Ahí es donde se han inscrito sus más dolorosas derrotas en las urnas.
El problema de los priistas es que no quieren o por lo menos no hacen un esfuerzo para reconocer sus debilidades y siguen tropezando con la misma piedra, una y otra vez.
ASI ANDAN LAS COSAS.
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