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Sección: Editoriales / Entre Nos

Los “viejitos”

Por: Carlos Santamaría 28/08/2014 | Actualizada a las 17:19h
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­Este jueves se llevó a cabo una celebración peculiar y que tiene más de anecdótica que de justa: el día del anciano que se dedica a esas personas cuya existencia ha sido dedicada al trabajo, al amor, a la formación de hijos y nietos, o a endulzar los hogares de quienes tenemos la dicha de contar con ellos aún.

Son esos personajes, los que menospreciamos muchas veces porque ya no tienen la misma vitalidad que nosotros –o parte de nosotros- sin pensar en que todos los que lleguemos a sortear las dificultades de la edad madura nos convertiremos en ancianos, tarde o temprano.

Se les llama “adulto mayor”, “persona de la tercera edad”, “persona con experiencia acumulada” y de muchas formas: siguen siendo viejos, ancianos, y en el caso de menor respeto posible hasta “rucos” les decimos; ellos son la experiencia de los años y de muchas vivencias puestas al servicio de todos nosotros.

En casa, son, convertidos en abuelos, el “salvavidas” de los hijos de padres regañones o exigentes en demasía: son los que consienten y apapachan, los que prodigan cariños y mimos, abrazos y más a los pequeños.

Cómo no recordar aquellas jornadas en que el abuelo o la abuela nos cargaban y nos decían cosas hermosas, o nos pasaban sus arrugadas y poco tersas manos por la cabeza o el cuerpo entregando las caricias que muchas veces papá o mamá no nos dieron. No se olvida, y quienes no tuvimos abuelo o abuela vivos entendemos que nos hemos perdido de algo maravilloso.

Esos “cabecitas blancas” nos entregan su ternura y exigencia, su experiencia y muchas cosas más, a través de un amoroso beso o una mirada que solamente ellos aben entregar.

Y en círculos oficiales los disfrazamos de cualquier cosa y simulamos que son importantes, aún cuando el resto del año les olvidamos y se convierten en números de estadísticas en programas de asistencia social.

Antaño llamadas “Casa del anciano”, hoy en día tienen diferentes calificativos los sitios donde están algunos que fueron marginados por sus familiares que, hartos de “batallar” los han remitido a un encierro semi voluntario y los han hecho ser lo que hoy son: personas con escasa presencia y a quienes no se les tiene respeto ni el agradecimiento necesarios.

Afortunadamente, contamos hoy en día con un sistema que les protege y les da su amor a través de un aparato oficial que conocemos muy bien: el DIF estatal tiene programas donde se les procura hasta donde se puede. En la entidad tenemos también un sitio -Villa Vida Plena- donde pueden vivir solos y acompañados al mismo tiempo por otros iguales que ellos y que, también, han sido marginados del cariño familiar.

Nos estorban, los callamos por impertinentes, los menospreciamos porque no tienen la misma “experiencia” o se quedaron atrasados en sus impresiones sobre tal o cual tema.

Pero lo cierto es que ellos, nuestros viejos, nuestros viejitos, nuestros abuelos siguen siendo ese trozo de ternura que llena los hogares, esa mano arrugada que entrelaza cada una de sus extremidades para fundirla con los cabellos de los hijos e hijas, para ser lo que son y lo entregarnos lo que nos pueden dar en todo momento.

En un día como el presente, como el vivido, es justo reconocerles su importancia en la vida de cada familia, en los momentos en que se necesita la ternura y el amor que nos ha faltado.

Pocos son los viejitos que tienen inundado el corazón de odio y coraje: son el prototipo de lo que seremos todos nosotros, y el ejemplo de que, cuando llegue la hora y nos convirtamos en abuelos, en ancianos, tengamos la fuerza necesaria para entregar algo bueno a cada uno de los nuestros. A los hijos y los nietos principalmente.

Hagamos un recuerdo y una oración en el credo que profesemos por ellos, y que nos duren por mucho tiempo más.

Comentarios: entrenos@prodigy.net.mx

Carlos David Santamaría Ochoa,

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.
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