Tamaulipas se mira al espejo. De varios brochazos se maquilla el rostro, levanta el mentón y, ya listo, se dispone a pisar la escena.
Y es que cada uno de los 43 municipios de este bello pedazo de tierra norteña se pintara la mejilla con arte, que es “todo aquello que el ser humano pueda agregar a la naturaleza”.
Serán doce deliciosos días de esparcimiento, de ir y venir entre teatros, calles y rincones en los que sonara fuerte la música, la poesía, la danza, la risa y los aplausos, que los artistas merecen.
Días, serán, que invitan a olvidar las penas y a evadirse un poco de una realidad que duele, que preocupa y que todos queremos que sufra una urgente metamorfosis.
Un mes será suficiente para que Tamaulipas se prepare, que organice y que se luzca, una vez más, con su máximo espectáculo cultural, si ese, que a cruzado fronteras por su calidad y que ha dado mucho de que hablar, también, por su calidez.
Y cómo no, si del 25 de Septiembre al 5 de Octubre se realizara el Festival Internacional Tamaulipas 2014, un evento que cada año se pule, mejora, crece, del brazo del gobierno de Egidio Torre Cantú y de su esposa, María del Pilar.
El gobierno de Egidio ha sido generoso para tocar la fibra de quienes desean tener a unos metros a su artista favorito y es así como en ese y en otros eventos que ha impulsado su administración, fue un deleite escuchar a Tania Libertad, a la imponente Yekina Pavón y Alejandro Filio, pequeño de estatura, pero enorme trovador, quien estremece con cada una de sus notas.
A ellos tres los conocí en el Distrito Federal en mi época de vago, de despreocupado “mochilero” y así, en ese orden, no me canso de aplaudir su sensibilidad, su respeto y su calidad cuando interpretan “Cuando llora mi guitarra”, “Honrar a la vida” y “Brazos de Sol”.
Ahora, en este festival que viene, serán Armando Manzanero, Ximena Sariñana, Ignacio López Tarso, Bianca Marroquín y Cecilia Toussaint, algunos de los invitados que la darán vida a esta nueva aventura cultural que se acerca en Tamaulipas.
A Cecilia la recuerdo y, bien, cuando en una concha acústica ubicada a un costado del Castillo de Chapultepec formó parte de un maratónico festival compuesto por cantantes que pugnaban por la libertad y por la vida. Fue una tarde “tequilera” en la que la melodía no comercial, esa que se escucha y que no se baila, sacude y pone de punta los vellos de los estudiantes universitarios rebeldes y tan diferentes.
Allí, Cecilia, cargaba en su espalda en un reboso a un bebé rubio y muy bello, que nada le impidió para tomar el micrófono e interpretar sus canciones roqueras.
Pero, a decir verdad, se extraña a aquellos cantantes extranjeros que dejaron una marca en las páginas culturales como Pablo Milanes, Víctor Manuel y Ana Belén y Nacha Guevara, quienes siguen siendo grandes entre los grandes por su tersura, por su propuesta musical y por su sencillez.
Y a quienes no han venido, como Joaquín Sabina, qué le piden, si es un poeta loco demasiado creativo y degenerado -musicalmente hablando-, a quien le sobran los motivos para demostrar que, a pesar de todo, neuronas, le sobran.
En alguna ocasión, vía correo, le propuse a Doña Libertad García Cabriales , directora del ITCA, que incluyera entre los prospectos de los festivales culturales a Ivette Cepeda, una madura y bella trovadora cubana piel color tabaco que embelesa con su voz , que pega con su ritmo y que cautiva, con su soltura.
Al FIT le va a ir bien y seguirá cosechando espacios, porque la calidad siempre se impone.
Así que, a la espera, estamos.
De la tercera llamada.
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