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Los útiles escolares: ¿realmente útiles?

Por: Carlos Santamaría 21/08/2014 | Actualizada a las 18:13h
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Resulta paradójico hablar de los llamados “útiles escolares” y lo que se maneja en torno a ellos. Tamaulipas es uno de esos estados en los que el gobierno se ha preocupado por atender a los escolares de todos niveles, y entre muchos otros apoyos, entrega un paquete de cuadernos y otros útiles que resultarían, en condiciones naturales, muy benéficos para los muchachos, para sus familias y para el sistema educativo estatal. Nada más alejado de la realidad en una gran mayoría de escuelas.

Hace algunas semanas encontramos a una buena amiga, madre de familia de chicos en colegio particular; ella estaba en una papelería y llevaba la lista de útiles entregada por su escuela, y en la parte inferior venía, en un recuadro la leyenda “UTILES QUE ENTREGARÁ EL GOBIERNO”, y posteriormente, los cuadernos y demás que entregaría la administración estatal.

Obviamente, sus compras giraron en torno a lo que recibiría su hijo al iniciar el curso, sin embargo, en escuelas oficiales al parecer se han olvidado que el programa de útiles escolares se lleva a cabo con el objetivo de ayudar en la economía a las familias tamaulipecas.

En varias escuelas, los profesores piden a su antojo y no a sus necesidades: inician en lunes las clases y piden los cuadernos “para mañana sin falta”, cuando no han llegado los paquetes oficiales, lo que obliga a los padres a comprar los cuadernos y, posteriormente, arrumbar los que el estado nos ha ofrecido como apoyo.

No conformes con ello, piden cuadernos de 150 o 200 hojas, y se dan el lujo de exigir que sean cosidos con rafia o cáñamo. No los quieren normales, como cualquier cuaderno, a lo que surge la interrogante: ¿Es necesaria tanta tozudez de los profesores, tanto protagonismo, tanto complejo que les quiera hacer valer su autoridad bajando puntos a los que no los llevan así? Ya de entrada, piden de un color y otro de acuerdo a sus gustos y caprichos, y además, cuadernos que no es fácil encontrar. En las papelerías hay de 100 y 200 hojas: son pocos los de 150, sin embargo, los exigen como si fuera lo más importante.

Si el chico no lleva el cuaderno al día siguiente tiene la primera baja de puntos en aprovechamiento: nada que ver cuando se trata de presentación y educación. Confunden y para todo amenazan con reprobarlos.

Somos de la idea de que los profesores debieran preocuparse por dos cosas: la presentación, es decir, que los apuntes estén ordenados y limpios, que cada materia tenga su espacio, y que el muchacho aprenda.

Parece que les preocupa más el color de la rafia con que se cose el cuaderno que lo que le van a dictar para que memorice, porque además, son malos para enseñar y a nuestros hijos los preparan para escribir dictados, memorizar y presentar, todo en aras de una buena evaluación de su absurda carrera magisterial, en la que los que menos ganan son los estudiantes.

Ninguna autoridad –desde directores para arriba- tiene valor para parar a estos protagónicos y ridículos profesores que no saben más que exigir el color tal en el cuaderno, que esté cocido con dos o tres nudos de empalme, que tenga etiqueta de tantos por tantos centímetros.

Insistimos en la lista, porque los cuadernos que el estado ofrece –y que nos cuestan a todos- no se aprovechan, porque para cuando los entregaron ya nuestros hijos tuvieron que comprar los que sus caprichosos maestros les pidieron.

Esa es la “reforma educativa” que manejan: exigencias de cuadernitos y nada de compromiso docente ni de aprendizaje hacia los estudiantes.

Este fenómeno se presenta en primaria, segundaria y preparatoria, y nadie quiere arreglar tales absurdos.

¿Será capaz la autoridad de meternos en cintura para que se les quite lo protagónico y enseñen en lugar de exigir lustrinas o papeles de contacto determinados?

¿Qué es más importante? ¿Por qué nos hacen gastar más?

Comentarios: entrenos@prodigy.net.mx

Carlos David Santamaría Ochoa,

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.
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