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Sección: Editoriales / Vida diaria

Es una fiera el muchacho…

Por: Rosa Elena González 28/07/2014 | Actualizada a las 01:07h
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Grande  fue mi  sorpresa  al entrar a  mi  recamara  y  verte  ahí recostado en mi cama, como  si  nada  hubiera  sucedido, cómo si  quisieras  que olvidara los corajes  que  me has hecho pasar.

¿Cómo  entraste?, no lo sé,  cómo  tampoco supe en otro tiempo como te  metiste  en  mi casa, cómo te  convertiste  en parte  de mi vida, cómo comencé a quererte y tolerarte todas tus locuras.

A  pesar de  que  te veías hermoso te  pedí  que te  fueras y que no quería que  regresaras a mi recamara nunca más , te incorporaste  lentamente, en  silencio, tus ojos fijos en  mi como queriendo convencerme, casi lo logras, inspirabas tanta  ternura que  estuve a punto  de pedirte que no te fueras.

Al salir volteabas, me mirabas, con paso  presuroso te alejabas, las escaleras  bajabas, con  todo lo que  te quiero porque, por solitarios días y desveladas noches has  sido mi compañero, no quise que  quedara  rastro de tu presencia en  mi  cama.

Las  sabanas que aún estaban  tibias las cambie presurosa, encendí  extractor, aromatice, no quería que  en el ambiente se sintiera  tu  presencia y que ni un  solo pelo tuyo quedara sobre  mi  cama.

Te  quiero pero ya  no estoy dispuesta a  soportarte  tantos caprichos, que cada  vez  que  se te antoje entres a  mi espacio, aún recuerdo que te  di  de  beber  y de mi  mano aprendiste a  comer, qué conmigo aprendiste a correr.

Quienes te  conocen  dicen que  eres un  macho hermoso, educado, que  tu piel, tus  músculos y  tu  mirada llaman  la atención, y yo  que  te siento  mío  solo siento emoción.

Él es una  fiera, el muchacho que como  tigre acecha para  defender lo que  es suyo, es fiel pero irresponsable e irrespetuoso y por esa  razón  no estoy  dispuesta a que regrese y nuevamente revuelva mis  sabanas  y duerma en mi  cama.

Es un hijo de su  perra madre, lo es, estoy segura de ello y por lo tanto tampoco crea que  es un insulto, de  quien  le hablamos  es  de Hércules, un perro  boxes atigrado, hijo de perra, así se llama  su madre.

Hércules  es un consentido, es un perro que  se siente  humano, no le gusta estar  solo, le  encanta  salir a  pasear, no le agrada comer croquetas  solas, le desagrada  el calor y en el clima siempre  quiere  estar.

Se llama Hércules pero de  cariño se le  dice  muchacho, él es parte  de la familia, de nuestras  vidas, algunos fines  de semana y vacaciones se  ha  convertido en  mi  compañía, a veces  creo  que  es más obediente y  fiel  que  muchos seres  humanos.

Muchacho es  amo y  señor  de  la  casa, la recorre de arriba abajo, pero a mi  recamara sabe no  debe  entrar y menos en  la cama dormitar.

Esa fue la razón  de  mi  sorpresa al encontrarlo echado en  mi  cama, más porque un día  antes fue  regañado por destrozar zapatos, y  estaba  ahí, como si no hubiera  pasado nada, con  sus ojos  de ternura que  ya  no sabía  si reír o llorar por el desorden.

Debemos  cuidar, amar y respetar a nuestras  mascotas, ellas sienten, entienden ,los perros tienen  sentido  de pertenencia, son  fieles y  capaces de  defenderte, pero también  se  les  tiene  que  marcar  limites, acostumbrarlos a respetar  espacios.

Es Licenciada en Relaciones Públicas. Ha colaborado con editoriales en El Mercurio. Fue jefa de Prensa en Ciudad Victoria y ocupó la jefatura del Departamento de Difusión y Comunicación Social de la Comapa.

Además ha colaborado en distintas campañas políticas.

Actualmente su columna Vida Diaria se publica en el Portal HOYTamaulipas y los periódicos La Verdad de Tamaulipas, Expreso, La Extra, La Voz de Tula, El Tiempo de Mante y Astronoticias
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