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Sección: Editoriales / En la Remington

Eres mi silencio

Por: Ricardo Hernández 17/04/2014 | Actualizada a las 17:15h
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No puedo borrar de mi mente tu recuerdo. Me veo en la situación de sentirme el culpable de no tenerte junto a mí. Me has dejado sin aliento y sin fuerza; algunos han dicho que tengo un embrujo, otros, piensan en una maldición; yo no creo en esas cosas sino en el amor. Soy capaz de seguirte amando hasta la muerte. Fuiste en mi vida ese complemento perfecto, oh, a la vez efímero como una estrella fugaz.

Ahora sé el resultado de aquella ecuación que planteaste: tu silencio. Es tu silencio lo que provocó esa fuerte atracción entre los dos; un misterioso efecto causado en mí es lo que ha motivado que me convierta en un ermitaño, ya que ahora que me encuentro aislado en lo alto de la montaña, amo ese silencio, como te amé a ti.

He aprendido a valorar la ausencia del ruido, ahora escucho los latidos de mi corazón como aquellas isócronas manecillas del reloj en su eterno: tictac. No se equivocan los poetas cuando hablan del amor y el sufrimiento. Quizá sea yo ese tipo de hombre que ama solo una vez y queda sin aliento. Me veo como un esqueleto viviente, sin carne ni alma. Camino por la vida por el sólo hecho de esperar el día de la sepultura.

¿Qué has hecho de mí, mujer? ¿Por qué te burlas de esa forma? ¿Esa fue tu intención? No sé porque me recuerdas a la mujer medusa, ¿tus ojos me han hechizado? Oh, pero no pretendo hablar de hechizos, sino de tu silencio. ¿Es, pues, tu silencio un embrujo?

Sin embargo no me siento afligido por eso, ni te reclamo por sentirme así, ya que con ello he aprendido a ser un hombre fuerte de sentimientos, a conocer mi espíritu y a controlar la mente.

Hoy he querido recordarte, no quiero verme en el papel de un hombre egoísta, pues agradecido debo estar por haberte cruzado en mi camino. Oh, eras muy bella, tus ojos negros eran dos estrellas centelleantes.

Oh, brindo hoy por ti, aunque no estés a mi lado. Brindo por aquellos momentos de alegría y de…separación. Pero si no hemos sido más que parte de las cosas, hemos seguido el mismo ciclo de la vida: ¿No existe un momento en que vemos como se separa el cielo de la tierra?, ¿el sol del mar?, y sin embargo, tornan  a permanecer juntos nuevamente. Para mi tu eras mi sol, giraba en torno a ti, alrededor de tu amor.

¿Pensaste que no podría vivir sin tu calor?, tal vez en teoría la Tierra no sobreviviría a tal catástrofe, pero yo, oh querida mía, no soy la Tierra y aprendí lo que no me había imaginado: a vivir solo, aunque eso sí, amada mía, los rayos del sol son tibios por la mañana. No te preocupes si piensas que alguien ha ocupado tu lugar: no existe nadie.

El silencio que reina en mi casa de madera, me hace recordarte a cada instante. Hay veces que camino por el bosque, oh perdón, no te había dicho que vivo en un bosque, ¿sabes?, hay copiosos árboles de pino, cedro y encino. Pero te decía que a veces por la mañana cuando el sol apenas comienza su recorrido me voy a caminar por entre los árboles, el rumor que de ellos emana es reconfortante.

Pienso que si tan sólo estuvieras aquí, a mi lado, te llevaría a caminar más hacia adentro, tal vez pudiéramos dormir un rato en el pasto y regresando a casa, por la noche, podríamos charlar largamente, hasta sentir ese deseo de volvernos a amar,  aunque, ¿sabes?, aún te amo en la distancia, nada me agradaría tanto como volver a sentir tu cuerpo, tu calor.

Recuerdo aquella ocasión cuando sentí cómo algo salió dentro de mí, y me quedé sin aliento, era como un fuerte sentimiento a tal grado que quise sollozar, pero no lo hice, lo sabes, todo se redujo a un gemido ahogado. Es algo extraño lo que hasta hoy he sentido por ti. Pienso que me he enamorado una vez y para siempre.

¿Sabes?, aquí en lo alto de la montaña, oh, mi vida es distinta. Sin embargo, mi fidelidad a tu recuerdo permanece intacta. Las veces que leo por la noche, veo tu fotografía y evoco cálidos momentos que solíamos pasar juntos. Era feliz nada más de verte, tu sonrisa me hacía pensar que también tú eras feliz a mi lado. ¿Por qué tuvo que pasar todo esto?, ¿Por qué tenía precisamente que ser yo el culpable de nuestra separación?

Juzgo mis estúpidos actos, pero no quiero atormentarme  por ésta vez, el corazón se hiere cuando la mente intenta sacar insanos pensamientos. Prefiero verte así con esa libertad de sentirte querida, te lo mereces, quién soy yo ahora para decirte: ve al mundo, entrégate a él. Porque sé que no lo harías, te conozco perfectamente. Siempre lo dijiste: ¿qué mujer crees que soy? ¿De donde piensas que salí?

Aunque esas palabras pudieran ser sólo eso…palabras, cada frase que salía de tu boca era una verdad para mí. Pues todo creí de ti hasta cuando me dijiste que ya nada tenía que hacer a tu lado. Oh, ¡maldición! Bien merecido lo tenía.

El aroma de las rosas es encantador.

¿Recuerdas todas aquellas que te regalé? Una rosa adornaba tu rostro, otras tu habitación, y en tu jardín las había de colores. Oh, te he vuelto a ver y sigues encantadora. Tu mano la sentí húmeda ¿te pusiste nerviosa? Mi corazón se emocionó de verte. ¿Sabes?, bajé a la ciudad por provisiones y dentro de esas provisiones, anoté en el cuaderno: Alimento para el alma. Por eso pasé saludarte.

Oh, qué hermosas te has puesto, justo como las rosas; los años te sientan bien, en cambio a mí… para que pensar en mí, pienso en ti, en tu recuerdo, en tu silencio. Siempre he creído que eres la mujer perfecta que, aunque no hablo precisamente de lo físico, tus sentimientos son profundos e intensos, emanas calor y dolor.

Eras mi sol, y quizá lo sigas siendo por el resto de mi vida. Tu silencio es mi silencio, ahora.

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.

Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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