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Sección: Editoriales / Anecdotario

Los buitres

Por: Ambrocio López 26/03/2014 | Actualizada a las 15:27h
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Morirse, sin duda, cuesta, pero el abuso, la apatía o la prepotencia del personal de las agencias funerarias provocan que el dolor y la desesperación, se multipliquen.

Por experiencia, lo digo, y ya resulta necesario que se frene la voracidad con la que esas empresas de Ciudad Victoria, Tamaulipas,  lucran con el dolor ajeno, las que, sin distingo, ven en el rostro de cada doliente a una presa indefensa ideal para la rapiña.

Son dos los casos seguidos que he enfrentado recientemente y ninguno parece diferente, porque en ambos predominó la insensibilidad, la inclemencia y el apetito desenfrenado de quienes se acreditan el derecho de marcar las reglas del juego para depositar los restos de quién no alcanzo a escoger su última morada.

Todo se asimila a una ruleta de billetes que pasan de mano en mano y que alimentan las arcas de empresarios que no dan la cara y que mejor lanzan al ruedo a empleados que imitan a los muñequitos de aparador.

Sobra, enumerar, el suplicio que viven los familiares del fallecido como consecuencia de trámites burocráticos que parece que no tienen final y en los que se antoja están involucrados una cadena de personajes que lo único que no sienten es, aflicción.

A todos ellos les agrada que los dolientes supliquen cuando se busca la expedición de una factura para la recuperación de gastos funerarios que de entrada constituye un derecho para cualquier contribuyente y le agregan el IVA sin que se solicite, porque para ellos el negocio es el negocio.

Y cobran por cada factura que sale de sus cuatro paredes blancas he imponen condiciones, al fin y al cabo que afirman que están bien conectados.

Pero, además, mienten, y me apoyo en lo siguiente: En fecha reciente, un día sábado, me urgía tramitar un acta de defunción y un muchacho responsable de una funeraria, al otro lado del teléfono me dio el precio de 200 pesos por cada documento. Necesitaba por lo menos 15 actas, por lo que el costo se me hizo excesivo.

“Si quiere espere hasta el lunes, aunque en la Oficina del Registro Civil el precio es el mismo”, me informó el sujeto.

Esperé y me entrevisté con la máxima autoridad de esa dependencia y resultó que cada acta tiene un costo de 64 pesos, como se marca en la lista que está a la vista de todos en ese edificio.

Y esa autoridad, sonrojada, me explicó que no es responsable de lo que informan las agencias funerarias, pero como quiera, quedo en mi la sensación de que eso olía a una confabulación entre personal de ambas partes.

Si esto es escandaloso, lo que en los panteones sucede es peor, porque en esos lugares hasta por respirar cobran y de acuerdo a la dirección que el viento sopla.

Y lo hacen también y, de manera excesiva, con los permisos para la construcción de modestas criptas, con la colocación de cruces y floreros y hasta por cada lágrima que el doliente derrama, porque lo que importa es que nada amenace frenar la práctica de la carroña.

Por eso y, más, señores de la SHCP- por aquello de las facturas- y de la PROFECO, por lo que tiene que ver con la variedad de precios que las funerarias ofrecen, resulta necesario que pongan a trabajar a sus inspectores, porque la voracidad de esos chupasangre es insaciable.

Son como buitres que vuelan en círculo y que cada vez afinan más el olfato dispuestos a saborear el siguiente festín.

No se vale, señores.

Simplemente, no se vale.

Correo electrónico: tecnico.lobo1@gmail.com

Javier Rosales

Columnista en Tamaulipas. Su columna Anecdotario es publicada en diversos medios de comunicación.
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